Melquisedec y Bera
“Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abram con estas palabras: ‘Que te bendiga el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra’ ” (Génesis 14:18, 19).
Cuando a una persona le va bien en cualquier actividad, muchos quieran estar cerca de él o ella. Algunos quieren sinceramente aprender del que sabe más; otros solo desean obtener un beneficio de los logros de los demás. Algo así pasó con la victoria de Abram. Fue un triunfo enorme. Ganó un botín muy grande. Pronto la noticia de su triunfo se escuchó por toda la región, así que ahora los reyes de esas ciudades querían tener una buena relación con el patriarca.
La primera persona que apareció fue Bera, rey de Sodoma (Gén. 14:2). Bera le dijo: “Quédate con el botín”, pero Abram respondió: “Ni un hilo ni una correa de calzado tomaré de todo lo que es tuyo, para que no vayas a decir que tú me enriqueciste”. Entonces, apareció un personaje que no era rey de ninguna de las cinco ciudades que habían sido atacadas; era Melquisedec. La Biblia se refiere a él como rey y sacerdote de Salem. Salem significa “paz”. Melquisedec representaba a Jesucristo, quien realmente le había dado la victoria a Abram. De Melquisedec, Abram aceptó todo: el pan, el vino y la bendición.
Este incidente presenta a dos reyes: Bera y Melquisedec. A dos ciudades: Sodoma y Salem. Y a dos estilos de vida completamente diferentes: uno caracterizado por la maldad y el otro por la paz. Abram tuvo que decidir entre aceptar los bienes de Sodoma o aceptar una bendición de alguien mayor que él, como Melquisedec.
Como Abram, cada día te toca decidir. Por un lado, Satanás te invita a vivir según las costumbres y el estilo de vida actuales, un molde que descarta a Dios. Por otra parte, Jesús te ofrece su vida y su bendición. ¿Qué elegirás? Recuerda que lo que este mundo tiene para ofrecer es pasajero, pero la vida eterna que Dios te quiere dar no tendrá fin.