Orar antes de descender
Dios le dijo: “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación”. Génesis 46:3, RVC.
Jacob descendió a Egipto para encontrarse con su hijo, pero se detuvo a orar en Beerseba. Estaba dejando la tierra donde había prosperado y a la cual estaba asociada la promesa de llegar a ser una gran nación, para descender a un país extranjero, lejano y desconocido.
Antes de tomar una decisión, ora. ¿Necesitas cambiar de ciudad de residencia? ¿Estás recibiendo un traslado de trabajo? Clama a Dios por dirección. ¿En qué área de tu vida es tu descenso hoy? ¿En tu salud o la de tus amados? ¿En tus cambios hormonales? ¿En tu condición económica o espiritual? ¿En tu relación de pareja? ¿En el ámbito laboral? ¿En tu buen testimonio? Dios conoce tus miedos tal como conocía los de Jacob, e igual que hizo con él, hará contigo. No des un paso más en tu descenso, detente y espera hasta escuchar la voz de Dios: No temas, yo descenderé contigo.
Jacob se detuvo en Beerseba, donde había monumentos y recuerdos de la fe de sus ancestros. Allí reposaban los restos de su abuelo Abraham y de su padre Isaac. Allí Abraham había hecho el pacto de paz y reconciliación con Abimelec (Gén. 21:33). Allí su padre había escuchado la voz de Dios para mudar su rebaño tres veces y evitar rencillas con los otros pastores de la zona. Allí Dios le dijo a Isaac: “No temas” (Gén. 26:23, 24). Beerseba era el lugar perfecto para detenerse a meditar sobre cómo Dios había dirigido a sus ancestros. Tenía muchos motivos de gratitud, y decidió ofrecer su propio sacrificio. El relato no nos dice que Jacob manifestó miedo, sino que Dios le dijo: “No tengas miedo”.
Cualquiera sea tu descenso, detente y medita en cómo Dios ha dirigido tu vida en el pasado. Revisa y escribe las maravillas que Dios ha hecho en el pasado con tu familia, toma tiempo para contemplar a tus héroes de la fe, recuerda cómo Dios los dirigió en momentos de dificultad, y ofrece una ofrenda de gratitud a él.
Quien leyó el miedo inconfeso de Jacob, leerá los tuyos. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (RP, p. 231).