La espera
“¡Ten confianza en el Señor! ¡Ten valor, no te desanimes! ¡Sí, ten confianza en el Señor!” (Salmo 27:14).
¿Alguna vez te has fracturado el brazo o la pierna? Yo sí: ambos brazos y ambas piernas (¡era una niña activa, digamos!). Es doloroso, pero, al principio, hasta es divertido ponerse un yeso y contar la “gran” hazaña que nos llevó a que una parte de nuestro cuerpo esté así. Los amigos firman el yeso y nos reímos de todo, pero el tiempo pasa y te cansas de tener que depender de alguien para darte una ducha decente, por ejemplo. Cuando pica, no es bueno tener que usar una regla para aliviarlo. La demora en quitarse el yeso no es divertida. Esperas, esperas, pero el día nunca parece llegar. Esperar no es fácil.
Esperamos a que llegue el autobús, hacemos fila en el supermercado, estamos ansiosos por el resultado de la prueba (a veces, hasta deseamos que ni siquiera nos den la nota), contamos los días que faltan para las vacaciones o el cumpleaños… Vivimos esperando y, aun así, no hemos aprendido a hacerlo.
En ocasiones, mientras esperamos, nos impacientamos y queremos que todo suceda de inmediato, pero nuestro reloj y nuestro calendario no son los mejores. Dios tiene el reloj más preciso. Confía en él. “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo” (Jer. 29:11).
Quizás estás esperando que Dios sane a alguien que tiene una enfermedad grave o que tu padre consiga un trabajo. Es posible que hayas estado orando mucho al respecto, pero tienes la extraña sensación de que nadie te está escuchando.
¿Alguna vez has pasado por una situación similar? Dios te pide que esperes. Él sabe qué es lo mejor y, en el momento adecuado, hará cosas buenas en tu vida. Espera en el Señor y confía en él.
