Mujer maravilla
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13, RVR 95).
La vida sería difícil si no pudieras ver. Solo podrías escuchas la televisión. Te resultaría difícil estar en el equipo de gimnasia de la escuela y te costaría aprender en muchas de las clases. Si fueras a un estadio para ver un partido, solo podrías escuchar lo que está pasando. Y ¿qué pasaría si tampoco pudieras oír? Ahí sí que la mayoría de las actividades escolares o extraescolares quedarían descartadas.
Hay personas que han vivido de esa manera. Helen Keller fue una de ellas. Sin embargo, aunque fue ciega y sorda casi toda su vida, se convirtió en una de las mujeres más famosas de la historia de los Estados Unidos. Cuando llegó a la edad adulta, ya era una celebridad. Se la conoce por las muchas cosas que podía hacer, pero es lo que no podía hacer lo que la convirtió en una leyenda.
Nació un día como hoy en 1880, como cualquier niña normal; pero, antes de cumplir los dos años, sufrió una fuerte fiebre, y perdió la vista y la audición. Como no podía oír, tampoco pudo aprender a hablar. Hasta que conoció a Alexander Graham Bell. Además de su interés por inventar cosas (pensemos en el teléfono), el señor Bell estudió la forma de enseñar a hablar a los sordos.
Helen tenía seis años cuando el señor Bell consiguió que Annie Sullivan, una mujer parcialmente ciega, fuera a vivir con ella. Annie había asistido a una escuela especial donde aprendió a utilizar el lenguaje de señas para enseñar a los alumnos ciegos y sordos a comunicarse. Como Helen no podía ver ni oír, era una niña muy frustrada; pero finalmente aprendió a confiar en Annie. En poco tiempo, Helen aprendió a deletrear su primera palabra, “agua”, al sentir el agua fría correr sobre su mano mientras la señorita Sullivan deletreaba la palabra en su otra mano utilizando el lenguaje de señas. Helen fue a varias escuelas de Boston y de Nueva York, y aprendió a hablar y a leer poniendo los dedos en los labios y la garganta de su maestra. Más tarde fue a la universidad e incluso escribió varios libros. Se convirtió en una famosa oradora y viajó por todo el mundo. Una vez, escribió: “Rara vez pienso en mis limitaciones, y nunca me entristecen”.
Se nos ha prometido que, con la ayuda de Dios, podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos. Como Helen, nunca debemos dejar que nuestras limitaciones, o las malas experiencias, nos impidan ser felices y tener éxito en la vida. Si le damos a Jesús la oportunidad de ayudarnos, podremos convertir nuestros problemas en peldaños para subir hacia nuestro futuro.