Juanes
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. 1 Juan 3:18.
Cuentan los historiadores que en el siglo XVII, en la ciudad de Sevilla, un tal Miguel de Mañara tenía una notable fama de ser un conquistador de damas. La principal arma que esgrimía para atraer a las jóvenes, y no tan jóvenes, era la palabra. Embelesaba de tal forma con sus expresiones, con términos golosos y aduladores, que parecía irresistible. Incluso las damiselas más religiosas caían prendidas de sus encantos verbales. Su historia se convirtió en una leyenda, aunque su nombre fuera cambiado por el de “Don Juan”. Y así surgió el mito del donjuanismo, los que emplean las palabras de amor para sus propios intereses. Hay mucha literatura que habla de este prototipo, el mismo Mozart compondría Don Giovanni pensando en él.
Y hay personas que emplean fraudulentamente las palabras de amor para obtener beneficios propios. No solo en el entorno de las parejas para generar enamoramientos que no son sinceros, sino en muchas facetas de la vida. ¿Nunca se han sentido halagados por las palabras embelesadoras de un vendedor? La proximidad, la atención y la simpatía confunden sin mostrar sus verdaderas intenciones: venderte el producto. Es curioso, solo tienes que esperar a comprar o no para ver cómo toda esa amabilidad se diluye. ¿Y la complicidad de algunos políticos en campaña? Te proponen ser un par con ellos, un colega con el que van a dirigir el país… hasta el día siguiente de las votaciones. Hay políticos honestos, como en todas las facetas de la vida, pero hay también mucho donjuanismo. ¿Y los telepredicadores de estructuras piramidales? Todo es amor cristiano, hasta que aparece la cuenta bancaria donde debes ingresar tus donaciones.
Juan, el de Jesús, se opone a los donjuanes, a los que son simple palabrería, y nos pide que, como si fuéramos familia (nos llama con todo el cariño “hijitos”), dejemos a un lado esa técnica. Nos aconseja que amemos de hecho y en verdad. Me atrevería a asegurar que el que ama de verdad de “la abundancia del corazón habla [su] boca”, y además, que del “tesoro del corazón saca cosas buenas” (Mat. 12:34, 35). Las personas que piensan, además de en sí mismas, en las demás personas realizan naturalmente obras de amor. Además, Juan añade que debe ser un amor en verdad. No quiere decir que sea un amor que conozca las verdades filosóficas o religiosas, sino un amor sincero, sin fingimiento. Nada que ver con el donjuanismo.
Te animo hoy a que ames así, a lo Juan, el de Jesús.