Dejar que brille nuestra luz
“La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominaron” (Juan 1:5).
¿Qué tienen en común la sal y la luz? Podríamos pensar en varias similitudes, pero si hay una que destaca es que ambos elementos tienen que estar en contacto con algo más para ser útiles. La utilidad de la sal se pone de manifiesto cuando entra en contacto, por ejemplo, con la comida; la de la luz, cuando hay tinieblas.
Ilustra bien esta cualidad, tanto de la sal como de la luz, una escena de “The Saratov Approach”, una película basada en un hecho real: el secuestro, ocurrido en 1998, de dos jóvenes estadounidenses que servían como misioneros en Rusia. Los secuestradores habían amenazado de muerte a los dos jóvenes si no recibían la cantidad de 300 mil dólares.
Después de varios días de intensa agonía, los padres de uno de los jóvenes secuestrados recibieron una llamada de parte de Mark Larsen, un hombre que vivía en Denver, Colorado, y que unos veinte años atrás también había sido secuestrado en la Argentina. En su llamada, Mark describió lo que con toda seguridad estaba ocurriendo a los dos jóvenes en su cautiverio; y pidió a los padres que, aun en contra de su voluntad, oraran no solo por su hijo, sino también por los plagiarios.
Hacia el final de la llamada, Mark expresó lo que me pareció la tesis central de la película: “No importa cuán desalentadoras parezcan las circunstancias; quiero que recuerden esto: cuanto más tiempo esos dos valientes jóvenes permanezcan en cautiverio, tanto más difícil será para los secuestradores mantenerlos bajo su poder, porque la luz en las tinieblas resplandece”.
¡Tremenda declaración! No es solo que la luz, por pequeña que sea, prevalece sobre las tinieblas. Es también que cuanto más tiempo brille esa luz, tanto mayores serán las probabilidades de que disipe las tinieblas más profundas.
Dios espera que hoy dejemos brillar nuestra luz, no importa cuán pequeña parezca. Un solo talento, usado fielmente para la gloria de Dios, puede lograr más que cinco usados solo para engrandecer nuestro ego. Sin embargo, si queremos brillar para Cristo, antes hemos de estar en comunión con él. Cuanto más tiempo pasemos en su presencia, tanto menor será la posibilidad de que nos rodeen las tinieblas de la depresión y el desánimo.
La razón es muy sencilla: la luz en las tinieblas resplandece.
Hoy quiero, Padre celestial, brillar para Jesús, de modo que otros conozcan el precioso tesoro que he encontrado en mi Salvador. Quiero que tu luz resplandezca en mi vida, no importa cuán densas sean las tinieblas que me rodeen.