Cuando Dios te guía al “fracaso”
“Pero la casa de Israel no te querrá escuchar, ya que no quieren escucharme a mí. Ciertamente toda la casa de Israel es terca y de duro corazón” (Eze. 3:7, LBLA).
Nuestra cultura es alérgica al fracaso. Como creemos que el éxito nos define, evitamos el fracaso a toda costa. Sin embargo, en la Biblia encontramos una narrativa diferente. La Palabra de Dios está llena de historias de fracasos y decepciones. Considera al profeta Ezequiel: al llamarlo, Dios le avisa de antemano que su misión no será “exitosa”; el pueblo no le querrá oír. Ezequiel, como muchos otros profetas, cosechó oprobio en lugar de fama y gratitud.
A muchas de nosotras nos resulta difícil comprender que Dios nos llame al “fracaso”. Sin embargo, Bob Goff, el autor de Love Does [El amor hace], dice que esta es una de las cosas que él más ama acerca de Dios. “Dios guía, intencionalmente, a sus hijos al fracaso. Él hizo que naciéramos como bebés incapaces de caminar, hablar o siquiera usar el baño de forma correcta. Nos tienen que enseñar todo. Todo ese aprendizaje lleva tiempo y Dios hizo que dependamos de él, de nuestros padres y de los demás. Todo está diseñado para que intentemos una y otra vez, hasta que, al final, aprendamos. Y todo el tiempo él es infinitamente paciente”.
El fracaso es una parte crucial e ineludible del proceso. Dios no está mirando desde arriba, esperando que todo nos salga perfectamente, pretendiendo que el boletín de calificaciones esté tachonado de sobresalientes. Dios está abajo, con nosotras, ayudándonos a sacudirnos el polvo, recordándonos que su amor y nuestra identidad no cambian cuando las cosas nos salen mal.
A veces Dios usa el fracaso como una luz infrarroja, para revelar lo que no podríamos ver de otra manera. El fracaso nos muestra, con dolorosa claridad, cuánto nos importa aún el “qué dirán”, y cuánto nos aferramos a nuestros propios sueños. Por esto es que, justamente en el fracaso, Dios profundiza nuestra dependencia de él. Viéndolo de este modo, el fracaso puede ser un éxito rotundo.
En palabras de Bob Goff: “Solía tener miedo a fracasar en las cosas que realmente me importaban, pero ahora tengo más miedo a ser exitoso en las cosas que no importan”.
Señor, quiero que mi carácter te refleje más. Estoy dispuesta a fracasar, si eso me acerca más a ti. Quiero preocuparme más por los éxitos eternos que por la gloria fugaz de este mundo.
Señor, quiero que mi carácter te refleje más. Estoy dispuesta a fracasar, si eso me acerca más a ti. Quiero preocuparme más por los éxitos eternos que por la gloria fugaz de este mundo.