El terremoto de Lisboa
“El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y desde el trono del templo salió un vozarrón que decía: ‘¡Se acabó!’ Y hubo relámpagos, estruendos, truenos y un violento terremoto. Nunca, desde que el género humano existe en la tierra, se había sentido un terremoto tan grande yviolento. La gran ciudad se partió en tres, y las ciudades delas naciones se desplomaron” (Apocalipsis 16:17-19, NVI).
El 1º de noviembre de 1755, uno de los peores terremotos de la historia de Europa sacudió el continente. El epicentro del terremoto fue la ciudad de Lisboa, en Portugal, donde murieron 50.000 personas. Ese país había prosperado mucho con el comercio de diamantes y de oro de su colonia en Brasil. Lisboa era la capital de Portugal y la ciudad más grande, y un centro religioso de la Iglesia Católica. Era el mayor puerto marítimo del Océano Atlántico y contaba con una población de unos 300.000 habitantes. Tres ondas de choque en un lapso de diez minutos sacudieron Lisboa, y el peor terremoto se estimó en una magnitud de aproximadamente 8,0 en la escala Richter. Aunque no existían equipos para medir los terremotos, estos se sintieron en lugares tan lejanos como Marruecos. Era el día después de Halloween y en las iglesias de toda la ciudad se estaba celebrando el Día de Todos los Santos.
Una veintena de edificios religiosos se derrumbaron cuando un tsunami de seis metros se adentró en la ciudad, matando a miles de personas. Los incendios se extendieron por toda la ciudad y los vientos propagaron rápidamente las llamas. El palacio real de Portugal quedó destruido, al igual que miles de viviendas.
Gran parte de la historia cultural del país, conservada en libros, arte y arquitectura, desapareció en un instante. Muchos de los habitantes, incluidos cientos de presos fugados, huyeron de la ciudad rápidamente.
Durante años, algunos teólogos consideraron el terremoto de Lisboa como uno de los signos proféticos de la venida de Jesús, probablemente porque coincide con el final de una gran persecución religiosa que había asolado al mundo durante la Edad Media.
El hecho es que nuestro planeta Tierra está envejeciendo. Si los desastres naturales no lo destruyen, la contaminación provocada por el hombre hará el trabajo. Terremotos, tsunamis, tornados y huracanes… todos y cada uno de estos desastres nos recuerdan que este mundo no puede durar mucho más. Jesús vendrá de nuevo, y pronto.