No te olvides
“¡Pero cuidado! Asegúrate de nunca olvidar lo que viste con tus propios ojos. ¡No dejes que esas experiencias se te borren de la mente mientras vivas! Y asegúrate de transmitirlas a tus hijos y a tus nietos” (Deut. 4:9, NTV).
Tengo una amiga que, para no olvidarse de lo que tiene que hacer, se escribe recordatorios en la mano izquierda. Una vez, fuimos juntas a una cena de gala en Londres, a beneficio de una organización de caridad.
Ella tenía puesto un vestido rojo espléndido, como salido de una película de James Bond. En la mano izquierda, sin embargo, tenía una mancha de tinta azul. Me acuerdo que pensé que era una pena desmerecer el glamour de la ocasión con un borrón de tinta. Sin embargo, pensándolo mejor, tal vez mi amiga tenía razón y vale la pena recordar. ¡Tal vez el olvido nos cuesta más de lo que nos imaginamos!
En la novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, todo el pueblo de Macondo se enferma de insomnio. Con las largas noches sin dormir, la gente del pueblo comienza a perder la memoria. Aureliano, un platero, comienza a olvidarse del nombre de las herramientas que usa, así que les pega papeles con sus nombres. Su padre, José, copia la idea y escribe el nombre de cada cosa en la casa: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola… Después, José va al corral y marca los animales y las plantas también: vaca, chivo, yuca… Pronto, José se da cuenta de que si el insomnio continúa, se olvidarán para qué sirven las cosas.
Entonces, cuelga un letrero del cuello de la vaca que dice: “Esta es la vaca. Hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche”. Finalmente, la gente decide poner un cartel a la entrada del pueblo, que dice: “Dios existe”. ¿Qué podemos hacer para no olvidarnos de la presencia y el poder de Dios en nuestras vidas? Moisés le dijo al pueblo de Israel que se aseguraran de nunca olvidarse de las experiencias del pasado.
Cuando dejamos que se borren de nuestra memoria, permitimos que pierdan su valor espiritual y su capacidad para anclarnos en la fe. ¡Nuestras oraciones cobran una nueva dimensión cuando recordamos la forma en que Dios respondió en el pasado! Busquemos el equivalente espiritual de atarnos un hilo al dedo o escribirnos en la mano (Deut. 6:6-9; Prov. 3:3). ¡Es fundamental mantener la memoria activa!
Señor, hoy quiero reavivar mis oraciones recordando todo lo que has hecho por mí. ¡No quiero olvidarme ni siquiera de la más pequeña de tus bendiciones!
Amen.
Dios es maravilloso que siempre está a nuestro lado en las alegrías en las tristezas dándonos la fuerza que necesitamos para seguir adelante a pesar de las dificultades siempre confiando en sus promesas.❤️🙏🙏