Bendiciones intangibles
“Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo” (Efe. 1:3, NVI).
Cuando practico ser agradecida, tiendo a hacer listas con las bendiciones que Dios me da: trabajo, comida, un lugar donde vivir, familia y amigos… Honestamente, en mis listas, las bendiciones intangibles suelen brillar por su ausencia. Exceptuando la salud, pareciera que me cuesta identificar y agradecer aquellos regalos que, aunque invisibles, suelen tener un impacto mayor que las bendiciones materiales. Por ejemplo, el hecho de que puedas leer y entender estas líneas implica que una maestra se tomó el esfuerzo de enseñarte a leer y escribir. Sin embargo, en tus oraciones diarias, ¿cuántas veces agradeciste a Dios por el don de la lectoescritura?
Hoy quiero sugerirte algunas bendiciones intangibles por las cuales estar superagradecida. ¿Estás lista? ¡Aquí vamos! Agradezcamos por la memoria, y también por el olvido. Por la amabilidad de desconocidos que nos ayudan a llegar a destino cuando visitamos una ciudad nueva. Por el aire puro, los aromas y los sonidos. Por los grandes logros de nuestros antepasados que nos brindan comodidad, seguridad y libertad. En otras palabras, por la historia que nos trajo hasta aquí: la creatividad de los inventores, la perseverancia de los defensores de derechos humanos y la paciencia de los artistas. Otra bendición intangible por la cual estar inmensamente agradecidas es la capacidad de soñar e imaginar un futuro diferente (sin la cual la historia jamás cambiaría). Podemos agradecer por el pensamiento y también por la intuición. Por la alegría, la disciplina y la destreza… ¡Pero eso no es todo! La Biblia dice que, en Cristo, recibimos todas las bendiciones espirituales, sin que falte ninguna. Recordemos agradecer por el sacrificio de Jesús al expiar nuestros pecados. Agradezcamos porque tenemos acceso directo al Trono de la gracia. Recordemos las oraciones intercesoras acumuladas en nuestro favor. Agradezcamos porque recibimos una esperanza eterna que trasciende cualquier circunstancia. Pero, sobre todo, agradezcamos que nada, ni nadie, puede separarnos del amor de Dios.
Señor, esta mañana mi corazón late con gratitud. Además de muchísimas bendiciones materiales, también llenaste mi vida de bendiciones intangibles. Son tantas, que no las puedo contar (Sal. 40:5). ¡Tu generosidad nunca deja de sorprenderme! Cuando creo que comienzo a dilucidar cuánto me amas, algo sucede que revela que aún estoy a la orilla y que el mar de tu amor se extiende mucho más profundamente, hasta el horizonte. ¡Ni toda la eternidad me alcanzará para agradecerte!
Ame, bebdiciones