Martes 06 de Diciembre de 2022 | Matutina para Mujeres | Arrepentidos

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Arrepentidos

“Tanto el pueblo como los animales tienen que vestirse de luto y toda persona debe orar intensamente a Dios, apartarse de sus malos caminos y abandonar toda su violencia” (Jon. 3:8, NTV).

Las palabras que acabas de leer no las dijo Jonás, sino el rey pagano de Nínive. Cuando alguien necesita una dosis de humildad, solemos decir que él o ella debe “bajarse del carro”. Sorprendentemente, el rey de Nínive no solo creyó el mensaje de Jonás, sino también literalmente se bajó de su trono. Él tomó medidas prácticas en su arrepentimiento; se quitó las vestiduras reales, se vistió de luto y proclamó ayuno y oración en toda la ciudad. Dios aceptó sus oraciones y las del pueblo (ver Jon. 3.10).

¿No es irónico que sean los pobladores de esta ciudad impía los que nos dan un ejemplo tan práctico acerca del arrepentimiento? Jonás, el profeta elegido, aún tenía mucho de qué arrepentirse (Jon. 4). Sin embargo, aunque sabían poco acerca de Dios y estaban parcialmente motivados por el miedo al castigo, los ninivitas se arrepintieron. Ellos creyeron, se bajaron de su orgullo y tomaron medidas prácticas. Los ninivitas aceptaron el diagnóstico que Dios les dio, sin excusar su conducta ni mirar para otro lado. Ellos se humillaron a sí mismos y se quitaron las ropas que los hacían verse sanos y fuertes. En su lugar, se pusieron ropas de luto que concordaban con el diagnóstico divino. Finalmente, tomaron medidas prácticas: ayunaron, oraron intensamente y abandonaron su maldad. No fue un arrepentimiento intelectual, allá arriba en sus cabezas. Como una marea alta, el arrepentimiento inundó cada aspecto de sus vidas y lo cubrió todo: sus pensamientos, sus acciones, sus vestimentas y aun sus animales.

Nuestra capacidad para el arrepentimiento es extremadamente limitada. A los líderes religiosos de su época, Jesús les dijo que los ninivitas se levantarían en juicio contra ellos un día (Mat. 12:41). Irónicamente, el conocimiento teórico de los escribas y fariseos era el obstáculo que les impedía reconocer su debilidad. ¡Necesitamos de Cristo para arrepentirnos! En Mensajes selectos, tomo 1, Elena de White reflexiona: “El hombre no es capaz de originar un arrepentimiento tal como este, y solo puede experimentarlo mediante Cristo” (p. 460).

Señor, yo soy débil; necesito tu ayuda incluso para arrepentirme. Sin la influencia de tu Espíritu, mi arrepentimiento es un mero asentimiento intelectual que no modifica mi vida en absoluto.

Muéstrame las medidas prácticas que puedo tomar hoy para alejarme de mis pecados. Sobre todo, lléname de tu Espíritu. Transforma mi corazón para que aprenda a amar lo bueno y odiar lo malo. Amén.

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