Siempre perfumadas
“María trajo unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, muy caro, y perfumó los pies de Jesús; luego se los secó con sus cabellos. Y toda la casa se llenó del aroma del perfume” (Juan 12:3).
El perfume es un accesorio indispensable para la mujer de hoy. Algunos expertos en este tema aseguran que un mismo perfume genera un olor diferente en cada mujer. Cuando la piel lo absorbe, expele un aroma distinto en cada cuerpo. Por cierto, me ha pasado que, aun con los ojos cerrados, puedo saber qué persona está cerca simplemente por percibir su olor peculiar. ¿Te ha pasado a ti también?
En la Biblia, encontramos el relato de una mujer que, queriendo pasar inadvertida, no pudo ser ignorada, porque derramó un caro perfume a los pies de Jesús. La fragancia llegó a los sentidos de todos los presentes, y desencadenó en cada persona reacciones diferentes. Mi querida hermana, tu presencia es como el aroma de un perfume; nunca podrás pasar desapercibida. Todos los que tienen contacto contigo disfrutarán de tu presencia cuando esta personifique la presencia del mismo Dios.
¿Qué significa ser un buen perfume? Significa, entre otras cosas, sanar tus heridas internas primero, abandonar tu resentimiento y tu dolor, sobreponerte a tus experiencias traumáticas, y aprender a perdonar para poder amar. Una vez realizada esta obra interna, tus relaciones externas se caracterizarán por la fragancia de la amistad, el respeto, el cariño, e incluso la admiración.
También significa cultivar un espíritu de alabanza, contentamiento y gratitud; esto te hará expeler un aroma celestial que cura, consuela y repara corazones tristes y abatidos.
Dios desea hacer de ti un fino alabastro donde pueda derramar el exquisito perfume de su presencia. Que el deseo de tu corazón sea:
Padre celestial, haz de mí,
en todo momento y lugar,
una réplica perfecta de tu amor,
de tal manera que la fragancia de tu presencia
unja mi mente y mi corazón
mediante el poder de tu Espíritu Santo,
y así ser de bendición para los demás.
Amén.