Martes 07 de Marzo de 2023 | Matutina para Jóvenes | 24/7

Martes 07 de Marzo de 2023 | Matutina para Jóvenes | 24/7

24/7

Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración. Romanos 12:12.

Creo que muchas personas tienen un concepto equivocado de la oración, la asemejan a un supermercado. A un supermercado vamos a conseguir cosas. Vivimos en el mundo de las cosas y anhelamos obtenerlas. Algunas son de primera necesidad (alimento, vestimenta), y otras no tanto. Entramos al supermercado con nuestros carros de compra y comenzamos el acto de ver y poner, ver y poner. También están los que se arrodillan ante el Señor con su lista de deseos que cumplir y piden lo que han visto o imaginado. Algunas de sus peticiones son de primera necesidad (alimento, vestimenta, arrepentimiento, perdón) pero otras no tanto. En un supermercado buscamos que lo bueno y de calidad nos salga barato. En la oración, en ocasiones, se pretende obtener bendiciones con poca coherencia religiosa, como si Dios estuviera de rebajas y no le importaran nuestras consecuencias. En un supermercado, las conversaciones con la persona encargada de la caja son intrascendentes. No deseamos establecer vínculos con esa persona porque lo que nos importa es la compra. Es un objeto más. Muchas oraciones consideran a Dios un mero expendedor de peticiones, pero Dios es persona. A él le gusta hablar con nosotros. Vamos al supermercado solo cuando tenemos necesidad de algo. Eso de que estén abiertos 24 horas los 7 días de la semana es por si se nos antoja acudir, pero jamás nos pasaríamos todo el tiempo de nuestra vida en esos espacios. Y, sin embargo, la Biblia nos recomienda que oremos sin cesar, que seamos constantes en la oración. Pero, con el concepto de supermercado, la cosa no funciona. Es una tortura pasarse el día haciendo peticiones y hablando con alguien al que apenas deseamos conocer.

La oración, realmente, se asemeja más a la relación de una pareja de enamorados. Nuestra pareja, a la que queremos, no es una cosa sino un ser vivo. Amamos el aspecto que tiene, cómo se mueve, cómo habla, cómo piensa. Esa relación no nos hace solo pedir, sino que deseamos dar. No vemos y pedimos, vemos y ofrecemos. No nos importa lo que cueste algo, lo damos todo por la persona querida. La entrega es total y con agrado. Y disfrutamos tanto de las conversaciones, estamos pendientes de lo que nos diga para ser copartícipes de sus sentimientos. Por último, nos pasaríamos el día con nuestro amado o amada. Nos nos apartaríamos los 60 segundos de los 60 minutos de las 24 horas de los 7 días. Constantemente juntos.

Bueno, pues así hay que orar, como si amáramos de verdad a Dios.

Deja una respuesta