El ferrocarril transcontinental
“Que en sus días florezca la justicia […]. Que domineel rey de mar a mar…” (Salmo 72:7, 8, NVI).
En este día de 1869, la mitad oriental de los Estados Unidos quedó finalmente conectada con la mitad occidental gracias al ferrocarril transcontinental. La construcción de la línea ferroviaria había comenzado en Omaha, Nebraska, en el este, y en Sacramento, California, en el oeste, y se encontró en el medio en Promontory, Utah. Tras fracasar en su primer intento de clavar la espiga ceremonial de oro, el gobernador de California, Leland Stanford, volvió a levantar el pesado mazo y le dio un sólido golpe. Los espectadores gritaron alborozados. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, el este y el oeste estaban unidos: la realización de un sueño que había comenzado dos décadas antes.
A fines de la década de 1840, el Congreso comenzó a estudiar el mejor modo de apoyar la construcción de una línea ferroviaria transcontinental. El descubrimiento de oro en California en 1848 hizo que la cuestión fuera aun más urgente: solo ese tipo de transporte podría unir eficazmente esa lejana región con el resto del país. Pero, los políticos del norte y del sur no se ponían de acuerdo sobre dónde debía construirse la línea, y el proyecto se estancó por más de una década. Recién cuando estalló la Guerra Civil se resolvió al fin la financiación y la ubicación.
La conexión de las dos vías en el norte de Utah marcó el inicio de una dramática transformación del Oeste. Un viaje de 5.000 kilómetros, que antes requería meses para completarse, podía hacerse ahora en solo unos días. Y lo que es más importante, los abundantes recursos del Oeste podían enviarse de forma rápida y rentable a los insaciables mercados orientales, lo que impulsó enormemente el desarrollo de la economía occidental. Tal vez más que cualquier otro acontecimiento, la finalización de este ferrocarril permitió la conquista del Oeste por parte de los Estados Unidos.
Hoy en día, hay aproximadamente 240.000 kilómetros de vías férreas en los Estados Unidos para trenes de carga, y otras 130.000 para servicios de pasajeros. Ante el aumento del costo del combustible para la industria del transporte por carretera, así como para los automóviles privados, puede haber un renovado interés por los viajes en tren.
La historia del ferrocarril transcontinental es un ejemplo de la unión productiva que puede lograrse cuando las personas construyen pensando en los demás. Si quieres experimentar una unión productiva con Dios, pero sientes que está demasiado lejos, empieza a construir pensando en él. Tarde o temprano, él se encontrará contigo en el medio.