Humildad
“Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual, aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz” (Filipenses 2:5-8).
¿Conoces a alguien que piensa que es el “rey del mundo” o que tiene la “nariz levantada”? ¿Qué hizo o dijo esta persona para hacerte pensar eso? Por otro lado, ¿alguna vez has conocido a alguien que parece humilde? ¿Qué hizo o dijo la persona para hacerte pensar que es así?
Jesucristo es Dios y merece ser honrado, pero para salvarnos se humilló y se hizo hombre. En lugar de recibir el honor, la gloria y el respeto merecidos, permitió que la gente lo crucificara.
La Biblia enseña que los cristianos deben ser humildes. Siempre que tengas la tentación de enorgullecerte, recuerda la actitud de Jesús. A una persona humilde no le preocupa ser popular en la escuela o en el barrio ni le interesa ser envidiada por los demás.
Si el Hijo de Dios, quien es el Creador de todas las cosas, se humilló por nosotros, ¿por qué ser vanidosos? Únicamente podemos hablar con Dios porque él se humilló a sí mismo y nos dio acceso a él.
En lugar de tener un espíritu orgulloso, debemos ser humildes como Jesús:
Humildes para olvidar lo que otras personas piensan sobre nosotros o hacen en contra de nosotros.
Humildes para servir.
Humildes para obedecer.
Aunque Jesús es Dios, se humilló para venir y salvarnos.
Decide hoy vivir como Cristo. Eso hará de ti una persona especial. Te sentirás mejor, y los que te rodean sentirán los efectos positivos de tu decisión.