Cántale
«Por eso te alabo entre las naciones y canto himnos a tu nombre». 2 Samuel 22:50
La iglesia había decidido abrir una nueva congregación en aquel municipio. Bajo la dirección del pastor, escogieron un lugar para reunirse y, acto seguido, comenzaron a visitar a las familias de la zona. Pero pronto surgieron los problemas.
La persona que «controlaba» esa zona manifestó a uno de los ancianos su descontento con la presencia de la iglesia. Estaba molesto porque no querían la competencia del evangelio, quería reclutar a jóvenes del área y entendían que, con la iglesia allí, sería mas difícil lograrlo. Entonces, sentenció:
—Si insisten en seguir predicando en mi territorio, yo mismo mataré al pastor dentro de la iglesia cuando esté predicando.
Los hermanos sabían que aquel hombre era capaz de cumplir su amenaza y decidieron orar. Poco después aquel hombre sufrió un accidente que lo dejó cuadripléjico. No obstante, el remplazo enviado a la zona resultó más peligroso. Mandó a cerrar la iglesia, prohibió cultos en las casas y amenazó de muerte a las familias que se unieran a la iglesia. Los feligreses oraron nuevamente y poco tiempo después aquel hombre falleció atropellado por un autobús. Como era de esperar vino una tercera persona para asumir el control de la zona. Tan pronto como llegó llamó al anciano. Le ordenó abrir la iglesia y reanudar cultos. Le pidió además que iniciaran un trabajo más arduo de visitación a los hogares y pidió que se concentraran en la enseñanza de la Biblia a los jóvenes.
Asombrado, el hermano le preguntó por qué actuaba tan diferente a los dos hombres anteriores. Él respondió:
—Ellos no fueron capaces de entender que su Dios pelea por ustedes. Aunque sé que a muchos les pueda alarmar lo sucedido en aquella comunidad me gustaría invitarte a considerar la situación bajo el lente del gran conflicto cósmico entre el bien y el mal. Dios y el diablo están en guerra y aunque Dios no desea la muerte del impío también ha decidido proteger a sus hijos a toda costa.
Fue así como la iglesia reabrió sus puertas con un culto de gratitud y alabanza al Altísimo, repitiendo las palabras de David: «Él me libra de mis enemigos, de los rebeldes que se alzaron contra mí. ¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos! Por eso te alabo entre las naciones y canto himnos a tu nombre» (2 Samuel 22:49,50). ¿Y tú? ¿Qué razones tienes hoy para cantarle a @Dios?