Victorias de la humildad
“El orgulloso termina en la vergüenza, y el humilde llega a ser sabio” (Proverbios 11:2, TLA).
Hay una historia interesante en 2 Samuel 5. Trata sobre una de las conquistas más importantes para el flamante rey David, quien llevó a su ejército hacia la fortaleza de Jerusalén, que en ese momento era habitada por los jebuseos, con el fin de conquistarla. ¡Y vaya reacción la de los jebuseos! Comenzaron a burlarse de David y su ejército con estas palabras: “¡Jamás entrarás aquí! ¡Hasta los ciegos y los cojos pueden impedir que ingreses! Pues los jebuseos pensaban que estaban a salvo” (2 Sam. 5:6, NTV). Claro, es que la ciudad de Jerusalén tenía muros impenetrables, y eso hizo que los jebuseos se volvieran jactanciosos y burlones. Su confianza descansaba en sus muros y no en Dios. He aquí una trampa mortal del orgullo: les hizo creerse invencibles, sin necesidad de Dios.
¿Qué pasó finalmente con la fortaleza de Jerusalén? David logró conquistarla. Lo hizo sin necesidad de tocar los muros. Entró a la ciudad a través del túnel de agua, tomando por sorpresa a los confiados jebuseos. De allí en adelante, a Jerusalén se le llamó “La ciudad de David” y fue donde más tarde su hijo Salomón construyó el templo para Jehová. Tal vez al leer esta historia podemos ser tentados a pensar que todo esto fue mérito de David y sus estrategias. Pero mira lo que dice unos versículos más adelante: “David se hacía cada vez más poderoso, porque el Señor Dios de los ejércitos celestiales estaba con él” (2 Sam. 5:10, NTV).
Aquí tenemos dos lecciones que aprender: una es que el orgullo hace que te engañes y pienses que no necesitas a Dios. Te aparta de él. Te hace jactancioso y burlón. ¡Cuidado con eso! El versículo de hoy ya te anticipa cómo terminarás con una actitud así. Vuelve a leerlo. Los jebuseos experimentaron en carne propia este versículo.
Y segundo, la humildad hace que deposites tu confianza en Dios. Ese era el secreto de David. Frente a cualquier obstáculo, David corría a Dios en busca de ayuda, y Dios peleaba las batallas por él y le entregaba reinos poderosos e invencibles “servidos en bandeja”. ¿Tienes muros en tu vida? ¿Algún examen difícil?
¿Algún defecto que vencer? Reconoce tu necesidad de Dios en oración, pídele ayuda y deja que él pelee tus batallas. ¡Serás victorioso como David!
Gabriela