¿Hacer cálculos ante Dios?
“Cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: ‘¿De dónde compraremos pan para que coman estos?’ “ (Juan 6:5).
¿De verdad quería Jesús saber de dónde comprarían pan? ¿O más bien quería que Felipe pensara en cómo se podría conseguir comida para alimentar a una multitud de unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños?
La respuesta que dio Felipe revela que entendió perfectamente que el Señor no estaba preguntando por un lugar donde comprar alimento. Por eso dijo: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco” (Juan 6:7). Con su respuesta Felipe demostró inteligencia, pero también evidenció falta de fe, porque ¿a quién se le ocurre hacer cálculos delante de Dios? ¿No dice la Escritura que no hay nada imposible para él?
En tiempos del Nuevo Testamento, el denario era el pago promedio que un asalariado recibía por un día de trabajo. Es decir que, según los cálculos de Felipe, ¡ni siquiera con el dinero equivalente a seis meses de salario se podía alimentar a toda esa multitud! Y tenía razón. Pero, de nuevo, ¿de qué sirven las matemáticas cuando estás en la misma presencia del Dios del universo?
Entonces Andrés, el hermano de Simón Pedro, aparece en la escena: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”, dice; “pero ¿qué es esto para tantos?” (vers. 7). También tiene razón: ¿Cinco panes y dos peces para alimentar a cinco mil? Pero, de nuevo, el mismo error: ¡Qué sentido tiene hacer cálculos en la presencia de Dios!
¿Cómo respondió nuestro Señor a los malabarismos matemáticos de sus discípulos? Después de hacer recostar a la gente, “tomó Jesús aquellos panes y, después de dar gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; de igual manera hizo con los pescados, dándoles cuanto querían” (vers. 11). En las manos del Señor, la pequeña porción se multiplicó. Comieron hasta que se saciaron, ¡y sobró comida!
¿No hay aquí una preciosa lección para ti y para mí? Si tenemos hoy desafíos que parecen imposibles de superar, no miremos la imposibilidad de la tarea, sino el poder de Dios. ¡A un lado los cálculos! Coloquemos en sus manos lo poquito que tenemos, y confiemos en que el milagro ocurrirá ¡porque no hay límites para lo que Dios puede hacer!
Querido Jesús, aunque son pocos mis talentos y mis recursos, en tus manos coloco lo poquito que tengo; y al enfrentar los desafíos del nuevo día, ayúdame a mirar, no el tamaño de mis problemas, sino la grandeza de tu poder.