De su trono, mi Jesús
“Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios” (Efe. 5:1, 2, NVI).
Este probablemente sea uno de los himnos cristianos más conocidos alrededor del mundo. Fue escrito por Anna Warner, a pedido de su hermana, que también era escritora, para consolar a un niño en su lecho de muerte.
Las hermanas venían de una familia puritana de los primeros peregrinos que llegaron a los Estados Unidos.
Es cierto que la salvación es personal, y en realidad no existe tal cosa como ser “adventista de cinco generaciones”. Todos necesitamos ser hijos de Dios de primera generación, tener un encuentro personal con él y una conversión, aunque seamos “adventistas de cuna”. Sin embargo, es frecuente ver que las familias transmiten la pasión por el ministerio y la misión a sus hijos y nietos y, al crecer, ellos también optan por vivir vidas dedicadas a Dios.
Tal fue el caso de estas hermanas. Habían escuchado acerca de Dios por sus familiares y vivían piadosamente de acuerdo a sus costumbres, pero se convirtieron realmente al ser adultas. Ninguna de las dos se casó. Además de escribir y compartir autoría en algunas publicaciones, daban estudios bíblicos en la academia militar a los cadetes. Los soldados aprendieron este himno y adquirieron hábitos de estudio de la Biblia y de confianza en Dios gracias a estas dos hermanas.
Al morir, se les otorgaron honores militares por su contribución al bienestar espiritual de los soldados, y son las únicas civiles enterradas en el Cementerio de West Point.
Amy Carmichael también había escuchado de Jesús desde pequeña, pero fue recién cuando escuchó esta canción que entendió verdaderamente el sacrificio que Jesús había hecho por ella, y se convirtió. Amy sirvió como incansable misionera en la India hasta el final de sus días.
Quizá muchas veces hemos entonado este canto, pero ¿hemos pensado realmente en su letra y en el significado tan profundo de su mensaje presentado de forma sencilla?
Más allá del legado familiar de fe que tengas (o no), la verdad de que Cristo te ama es algo que debe movilizarte a nivel personal.
¿Podemos orar hoy, como la autora, y decir: “Guarda fiel mi corazón tú, que velas sobre mí; y con toda devoción haz que viva yo por ti”?