A un estado se le niega la admisión
“¡Espera en Jehová! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Sí, espera en Jehová!” (Salmo 27:14, RVR 95).
La Guerra de la Independencia había terminado y las cosas empezaban a volver a la normalidad. Los estados se preparaban para formar parte de lo que se conocería como los flamantes Estados Unidos de América.
El 23 de agosto de 1784, a un estado que se llamaba a sí mismo “Franklin” se le negó la admisión a la Unión. Esta es una historia extraña que la mayoría de la gente no ha escuchado nunca. ¿No había solo trece colonias originales que luego se convirtieron en los primeros trece estados? Sí, y podría haber habido catorce estados originales, y este es el resto de esa historia no contada.
Franklin es una extensión de tierra entre los Montes Calvos y el río Holston, en lo que hoy es el este del estado de Tennessee. Por alguna razón, los habitantes de Franklin se entusiasmaron y se separaron de Carolina del Norte, a fin de formar su propio estado y un gobierno estatal con un senado regular y un parlamento. Eligieron a John Sevier como gobernador para un mandato de cuatro años, con un salario de 275 dólares o 1.000 pieles de ciervo, lo que estuviera disponible. La nueva colonia solicitó la condición de estado a la Unión, pero le fue denegada, y John fue arrestado y acusado de alta traición. Más tarde fue liberado y, doce años después, el primer gobernador del estado de Tennessee cuando este se formó y fue admitido en la Unión como el decimosexto estado.
Se trata de una historia extraordinaria. A Franklin se le negó la condición de estado y a Sevier la oportunidad de ser gobernador de uno de los primeros estados de los Estados Unidos de América. Pero él tuvo paciencia y, más tarde, fue elegido como el primer gobernador de ese mismo territorio cuando fue admitido en la Unión como el estado de Tennessee. ¿Quién habría pensado que eso era posible? Probablemente, no John Sevier mientras estaba en prisión..
Así es como las cosas parecían funcionar también para el rey David. Incluso después de ser ungido como el siguiente rey de Israel, tuvo que ser paciente y esperar en el Señor. El rey Saúl lo persiguió sin descanso, haciendo que David tuviera que huir de aquí para allá, vivir en cuevas, comer de la tierra y dormir en el suelo. Pero, durante todo ese tiempo, David confió en Dios; eso es lo que más cuenta. Y al final, ganó el premio.