Coronas de gozo
“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5).
Pablo está preso en la mazmorra romana, pero escribe y destaca la fe de su hijo espiritual. Una fe genuina, pura, verdadera ,y agradece también que le fue transmitida desde su hogar.
No tenemos mucha información de su abuela Loida (cuyo nombre significa “agradable”). Judía de nacimiento, fue la primera de la familia en aceptar el evangelio. Luego, se convirtió Eunice (cuyo nombre significa “Venciendo bien”). El padre de Timoteo era griego, así que Eunice y Loida le enseñaron las Escrituras, y esto preparó el camino para recibir el evangelio por medio de Pablo en su primer viaje misionero.
“Vemos la ventaja que tuvo Timoteo al recibir un ejemplo correcto de piedad y verdadera santidad. La religión era la atmósfera de su hogar. El poder espiritual manifiesto de la piedad en el hogar preservó la pureza de su lenguaje y lo mantuvo libre de todo sentimiento corruptor” (Elena de White, Conflicto y valor, p. 345).
Esto fue así y seguirá siendo así con todos. Somos forjados en el hogar. Moisés, en la humilde choza de Gosén; Samuel, por la fiel Ana; Daniel, antes de que el cautiverio lo separara del hogar de sus padres; Jesús, en Nazaret, con María.
“Padres, hay una gran obra que debéis hacer para Jesús […]. Satanás trata de aprisionar a los niños como con cintas de acero, y podréis tener éxito en llevarlos a Jesús solamente mediante decididos esfuerzos personales” (ibíd.).
Las semillas sembradas por palabra y ejemplo, en la infancia de nuestros hijos, producirán arboles de justicia, florecidos y fructíferos.
“¿Analizarán los padres su obra de educar y adiestrar a sus hijos, y considerarán si han cumplido todo su deber con esperanza y fe para que estos niños lleguen a ser una corona de gozo en el Día del Señor? Padres, de ustedes depende el preparar a sus hijos para ser de máxima utilidad en esta vida, y para compartir con ellos al final la gloria que ha de venir” (Elena de White, Recibiréis poder, p. 216).
Sigamos haciendo lo mejor, redimiendo el tiempo, orando, y que la bendición de Dios libre a nuestros hijos de las cintas de acero del enemigo y coloque en ellos la corona de gozo.