Huesos secos
“¿Vivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor Dios, tú lo sabes” (Ezequiel 37:3).
El valle de los huesos secos es una visión que Dios le mostró al profeta Ezequiel. ¿Puedes imaginarte? ¡Un campo regado de esqueletos! Lo asombroso es que el Señor le preguntó al profeta si podrían volver a tener vida. Humanamente era imposible. Pero para nuestro Creador hasta lo imposible se vuelve certeza, por la fe.
Hoy se recuerda a Wilma Rudolph como una gran atleta. Si buscas en Wikipedia, aparece su nombre dentro de las grandes atletas de su década; pero cuando era apenas una niña, las cosas no habían sido fáciles para ella, pues había sido paralítica. Wilma nació prematuramente en el seno de una familia afroamericana muy pobre y fue la hermana menor de 21 hermanos. Tuvo una infancia con muchos problemas de salud: desde neumonía en ambos pulmones a los cuatro años, hasta un ataque de poliomielitis que le dejó paralizada una pierna durante varios años. Imagina los juegos divertidos que compartían sus hermanos, y ella debía contentarse con observar. Me imagino a los mayores diciendo: “Llevemos a nuestra hermanita en brazos, para que pueda entrar al río” o “Wilma, tú no puedes correr una carrera, pero di quién gana”.
Tantos eran sus deseos de moverse, correr y jugar que un día se sacó los aparatos ortopédicos y, con mucha perseverancia, logró superar estas contrariedades, y llegó a ser una buena deportista. ¡Pero eso no fue todo! Compitió en las eliminatorias para clasificar a los Juegos Olímpicos en 1956, y obtuvo un lugar en el equipo olímpico gracias a su segundo puesto en los 200 metros llanos. ¡En esos Juegos Olímpicos obtuvo la medalla de oro en ambas pruebas, así como también en el relevo corto! En 1961, en Moscú, igualó el récord mundial de los 100 metros planos con 11,3 segundos y lo rompió en Stuttgart, cuatro días más tarde, con 11,2. Así llegó a ser la mujer más rápida del mundo, “la gacela negra”.
¡Me encanta esta historia! Dios transformó esos huesos secos en piernas fuertes y sanas. Pero además hizo las cosas tan maravillosamente bien como solo él acostumbra a hacerlo. Wilma se transformó en una ganadora olímpica ¡de varias medallas de oro! Cuando Dios hace las cosas, las hace buenas en gran manera. Wilma siempre recordó que todo lo debía a Dios. ¿Y nosotros? ¡Seamos agradecidos!
Mirta