¿Qué pasaría si…?
“Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
“¿Qué pasaría si nosotros, los hijos de Dios”, pregunta Philip Yancey, “actuáramos como si las palabras del apóstol Juan, en nuestro texto de hoy, fueran verdaderas? Esas palabras son: ‘Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo’ ” (Finding God in Unexpected Places, p. 208).
¿Podemos imaginar la transformación que se operaría en nuestra vida si viviéramos cada día con la convicción de que el Dios todopoderoso está de nuestra parte, y que “permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (1 Juan 3:24)?
¿Cuál se esperaría, por ejemplo, que fuera mi conducta al saber que la presencia de Dios me acompaña por medio de su Espíritu? ¿Cómo habría de tratar a la gente que me rodea? ¿Cuál debería ser mi vocabulario? ¿En qué pensaría?
¿De qué hablaría? En fin, ¿cómo debería vivir hoy si sé que Dios camina conmigo en todo momento?
El caso no es solo que Dios está con nosotros, sino que él es mayor y más poderoso que cualquier otro poder, ya se trate de reinos terrenales o potestades espirituales.
¿Qué impacto debería tener esta solemne verdad en nuestra vida diaria? Si el poder que está con nosotros es mayor que el que está en el mundo, ¿con qué actitud deberíamos enfrentar nuestros desafíos?
Lo que estoy tratando de decir es que la presencia de Dios en nuestra vida no puede seguir siendo solo una idea. Ha de ser una realidad viviente, con resultados prácticos. “Si alguno está en Cristo”, escribe el apóstol Pablo, “nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). En esta gran verdad –que el Dios que está con sus hijos es mayor que cualquier otro poder– se apoyaron todos los hombres y las mujeres que hoy consideramos héroes de la fe. ¡Todos!
¿Qué pasaría, entonces, si hoy viviéramos con esa misma convicción? Esto es lo que sucedería: “El alma que se entrega a Cristo, llega a ser una fortaleza suya, que él sostiene en un mundo en rebelión, y no quiere que otra autoridad sea conocida en ella sino la suya. Un alma así guardada en posesión de los agentes celestiales es inexpugnable para los asaltos de Satanás” (El Deseado de todas las gentes, p. 291).
Eso somos tú y yo. Una fortaleza inexpugnable, que él sostiene en un mundo en rebelión.
Querido Jesús, hoy te quiero dar gracias porque en todo momento tu diestra poderosa me sostiene. Y gracias porque, si tú estás conmigo, ¿quién podrá contra mí?