¿Dónde está “Andrés” hoy?
“Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: ‘Señor, queremos ver a Jesús’. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús” (Juan 12:20, 21).
Según nuestro texto para hoy, unos griegos le dicen a Felipe que quieren ver a Jesús, pero Felipe, en lugar de llevarlos directamente al Señor, acude primero a Andrés. ¿Por qué Felipe habla primero con Andrés? ¿No estaba él seguro de cómo proceder? No lo sabemos. Podría ser por el hecho de que en la alimentación de los cinco mil, Andrés demostró ser más práctico y más dispuesto a creer que Felipe.
¿Qué ocurrió en la alimentación de los cinco mil? Recordarás que fue Andrés quien avisó al Señor que había en la multitud un muchacho con cinco panes de cebada y dos pescados (Juan 6:9). ¿Cómo lo supo? Es decir, entre los miles de personas congregadas ese día, ¿cómo pudo Andrés notar que ese muchacho tenía exactamente cinco panes de cebada, y dos pescados? Al parecer, Andrés no era el tipo de discípulo que simplemente se sentaba a disfrutar del sermón.
Pero no era solamente su modo práctico de actuar lo que caracterizaba a Andrés; era también su deseo de llevar a la gente a Jesús. ¿No fue esto, precisamente, lo primero que Andrés hizo cuando conoció a Jesús? “Encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: ‘Hemos encontrado al Mesías’ […]. Y lo trajo a Jesús” (1:41, 42).
Hoy necesitamos más discípulos “tipo Andrés”. Es decir, discípulos que estén más pendientes de llevar almas a los pies del Señor, que de ocupar los cargos importantes cuando llega el tiempo de los nombramientos. Discípulos que estén más preocupados por servir fielmente a Dios y a su iglesia, que por recibir reconocimientos y aplausos.
¿Dónde encontramos a “Andrés” hoy? En todas partes: alimentando al hambriento, vistiendo al desnudo, visitando al que está en la cárcel. Si uno lo ve, no detecta nada extraordinario en él. Sin embargo, como bien lo expresa Colleen L. Reece, cuán oscuro estaría nuestro mundo si no fuera porque gente como Andrés está haciendo brillar “su pequeñita luz”. Gracias a ellos, la luz de Jesucristo resplandece en un mundo rodeado de tinieblas (“The Andrews among Us”, Adventist Review, 24 de junio de 1993, p. 16).
Señor Jesús, al igual que Andrés, hoy quiero hacer brillar “mi pequeñita luz” ante alguien que esté en la oscuridad; pero quiero hacerlo de un modo que glorifique tu nombre, porque solo tú eres digno de honra y gloria, hoy y por los siglos, amén.