
Rutina saludable
“No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tus huesos” (Proverbios 3:7, 8).
Hacer ejercicio no es solo una actividad para mejorar tu apariencia, ¡es una forma de respetar la Creación de Dios! Cada vez que te mueves, corres, saltas o levantas peso, estás celebrando la capacidad que Dios te ha dado. Piensa en ello como una oración en acción, donde cada latido de tu corazón al ritmo del ejercicio es un tambor que resuena con gratitud por la vida que se te ha otorgado.
Cuidar tu cuerpo te prepara para servir mejor a los demás. Con energía y salud estás mejor equipado para realizar las tareas que Dios te da. Es difícil brillar con la luz de Cristo si siempre estás agotado o no te sientes bien. Así como se afina un instrumento antes de un concierto, afina tu cuerpo con ejercicio y nutrición adecuada para estar listo para la sinfonía de la vida que Dios quiere que toques.
El ejercicio también es una disciplina que refleja principios espirituales. Requiere compromiso, consistencia y sacrificio: valores que son igual de importantes en tu viaje espiritual. Cada vez que decides hacer ejercicio en lugar de pasar otra hora en el sofá, estás practicando la autodisciplina, un fruto del Espíritu mencionado en Gálatas 5:22 y 23.
Y recuerda: cuidar tu cuerpo no es solo una tarea individual. Proverbios 27:17 dice que “el hierro se afila con el hierro y el hombre en el trato con el hombre”. En el contexto del ejercicio, esto puede significar encontrar un compañero de entrenamiento que te ayude a mantenerte responsable y con quien compartas tanto risas como cargas.
Por último, al cuidar de tu cuerpo, también cuidas tu mente y tu espíritu. La ciencia ha demostrado que el ejercicio libera endorfinas, sustancias químicas que te hacen sentir bien y que pueden mejorar tu estado de ánimo y disminuir el estrés. En un nivel más profundo, esto puede ayudarte a encontrar la paz y la claridad necesarias para escuchar la voz suave y apacible de Dios.
Así que, joven guerrero, cuando cuides tu cuerpo a través del ejercicio, hazlo con la intención de honrar a Dios, de estar listo para servir y de vivir una vida plena y activa. Que cada paso, cada estiramiento y cada respiración sea un acto de adoración y un homenaje al Creador que te dio este cuerpo, este templo, este regalo.
Oración: Te agradezco, Padre, por el regalo de mi cuerpo. Que el Espíritu Santo habite en mí.