Matutina para Adolescentes, Domingo 30 de Mayo de 2021

Matutina para Adolescentes, Domingo 30 de Mayo de 2021

El espacio interior – parte 4

“Más se puede confiar en el amigo que hiere que en el enemigo que besa” (Prov. 27:6).

Cuando llegué, vi a Shannon al otro lado de la piscina conversando con sus amigos. Habían pasado dos años desde el incidente del río, pero ahora venía a visitarlo y le traía un regalo. No había pensado mucho en Shannon desde aquel paseo por el río. Yo estaba incursionado en la escritura creativa y había enviado una versión humorística de mi paseo en flotadores a la revista Guide y ellos la publicaron con el título: “Terror en el flotador”. Quería regalarle un ejemplar a Shannon. Cuando me vio, dejó escapar una risita, e hizo un chiste absurdo sobre mi sexualidad para que sus amigos se rieran. Y se rieron, pero cuando le extendí la revista, desaparecieron.

–Oye –le dije entregándosela–, escribí esta historia sobre nuestra experiencia en el flotador. Cambié tu nombre y ciertos detalles, pero pensé que te gustaría tener un ejemplar.

–Interesante –respondió él–. Pues gracias –hojeó la revista.

–¿Cómo has estado? –le pregunté.

–Bien.

–Yo también. Nos vemos pronto.

–Sí, nos vemos –respondió.

Bueno, no fue precisamente una conversación sacada de un artículo sobre “cómo hacer amigos”, pero de alguna manera me sentí mejor. Dos años después, casualmente Shannon y yo nos mudamos a la misma ciudad, y siempre nos saludábamos cuando nos encontrábamos, aunque no era muy frecuente. Sin embargo, un día nos pusimos a hablar.

–Oye Tompaul, ¿tienes algún problema de salud? –me preguntó.

Me encogí de hombros.

–Tenía asma cuando era niño, estuve varias veces en el hospital y aún hoy no puedo inflar un globo o correr mucho, pero fuera de eso, todo bien. Ni siquiera una fractura. ¿Por qué?

–Yo tengo algo –dijo, bajando la mirada y luego mirándome nuevamente–. Algo anda mal con mi aparato digestivo. Tengo que tomar píldoras desagradables todo el tiempo para que funcione correctamente.

–Lo lamento –le dije.

–No, no te preocupes –dijo–. Estoy bien.

Hasta el día de hoy no sé nada de Shannon, pero espero que todo marche bien en su vida. Pero sí me pregunto: ¿Qué más pude haberle dicho? ¿Cómo podría haberlo ayudado mejor? ¿Dejé pasar una oportunidad para hablarle más claramente del Dios en el que creo y de los principios de salud que nos ha revelado? Me pregunto si tú te haces estas preguntas.

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