
«Judá los reconoció y declaró: ‘Su conducta es más justa que la mía, pues yo no la di por esposa a mi hijo
Selá’ » (Génesis 38:26).
Tamar vivió en una época en la que las tradiciones eran más fuertes que las tendencias, y su historia nos hace retroceder a una época que nos parece de otro mundo.
Tamar entró en la fama bíblica como nuera de Judá, uno de los hijos de Jacob; ese clan que tenía más drama que una temporada completa de una serie famosa. Pero aquí es donde Tamar se convierte en la protagonista de su propia historia.
Su vida dio un giro inesperado cuando su marido falleció siendo muy joven, y de acuerdo con las reglas de aquellos días tenía derecho a casarse con el hermano de su esposo para seguir la familia. Pero Judá, que era el encargado de hacer los arreglos, dejó a Tamar en visto.
Aquí es donde Tamar se armó de valor y trazó un plan que parece sacado de una peli de intriga. Su estrategia era más audaz que un final de temporada lleno de suspenso y, aunque para nosotros suene a trama de telenovela, fue su manera de decir: «Eh, que no se olvide de lo que prometiste».
Vivimos en un mundo injusto y, aunque el camino que eligió Tamar decididamente no fue el más indicado, sí podemos aprender que, sin importar cuán difíciles sean las circunstancias, no tenemos que ser solo espectadores de nuestra propia vida.
Oración: Querido Padre, ayúdame a encontrar la fortaleza para enfrentar desafíos y la redención en medio de las dificultades.

