Ni un trago
«No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla en la copa! ¡Con qué suavidad se resbala! Pero al final es como una serpiente que muerde y causa dolor» (Proverbios 23: 37-32).
¿ALGUNA VEZ UN AMIGO TE HA OFRECIDO BEBIDAS ALCOHÓLICAS? El primer contacto con la bebida se produce cada vez más tempranamente entre los adolescentes. ¡Es una triste realidad! Muchas veces la presión del grupo y el sentimiento de inseguridad contribuyen al crecimiento de este patrón de conducta.
En cada célula de nuestro hígado existe un orgánulo responsable de la desintoxicación de tu cuerpo. Cuanto mayor es el consumo de alcohol, más aumenta en cantidad ese orgánulo, con el fin de eliminar más rápidamente la sustancia tóxica. El problema es que, con ese aumento generado, ahora la misma cantidad de alcohol ya no tiene el mismo efecto, lo que estimula a un consumo cada vez mayor. Además, el consumo de alcohol parece provocar una disminución momentánea de la ansiedad, lo que hace que la persona se sienta relajada y quiera consumir cada vez más. En otras palabras, ninguno de nosotros está libre de la adicción ni de la dependencia del alcohol.
¿Y si solo bebo socialmente? Tal vez te preguntes. No te equivoques; con el alcohol no hay término medio. En cualquier cantidad, sigue siendo una sustancia tóxica sin ningún beneficio para tu cuerpo.
El sabio Salomón es claro al pedirnos que no nos fijemos en el vino. No pienses que estás por encima de los que hacen del hábito una adicción, que simplemente vas a probarlo, que eres fuerte y que puedes resistirlo. Nuestro cuerpo fue creado por el mismo Dios que te aconseja alejarte de este mal. Sé firme en tus principios y no busques placeres momentáneos. Busca hacer la voluntad de Dios y serás verdaderamente feliz.