Mayor que el mayor pecado que existe
“¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 7:24, 25).
¿Alguna vez has tenido un sueño en el que estabas tratando de escapar de alguien o de algo aterrador, como un monstruo, y simplemente no podías correr lo suficientemente rápido o te tropezaste y te caíste mientras corrías? Parece que el sueño no tiene fin. Estás casi listo para ser capturado por la criatura gigante y fea, y de repente escuchas a tu madre llamándote para que despiertes. ¡Fuuuii! ¡Qué alivio!
A menudo, al luchar contra el pecado, tenemos la sensación de que acabaremos perdiendo la guerra. ¿Alguna vez lo has sentido?
El apóstol Pablo enfrentó una situación similar. Escribió: “No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer” (Romanos 7:19).
Pero Pablo sabía con quién contar.
Por nosotros mismos, no somos fuertes para vencer los pecados, pero Dios sí lo es. ¡Y por medio de Jesucristo, él nos ayuda a lograr esa victoria!