Devuélvanle lo impresionante a lo impresionante – parte 1
“Su cara era como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Al verlo, caí a sus pies como muerto” (Apoc. 1:16, 17).
La palabra “impresionante”, significa:
- Que inspira asombro: algo que es increíble.
- Que muestra asombro o se caracteriza por ser asombroso.
- Coloquial: algo muy asombroso: “¡Ese nuevo convertible blanco es totalmente impresionante!”
¡Impresionante!
Esta es una palabra que se usa a diario para describir cualquier cosa, desde una barra de granola hasta el Salto Ángel, por lo que ha perdido sustancia o significado. Si todo es impresionante, entonces, ¿qué podría sorprendernos realmente? ¿Se ha vuelto tan trivial lo sorprendente?
Para solucionar este desafortunado caso de semántica debilitada, he compilado la siguiente lista que separa lo realmente impresionante de lo meramente sensacionalista.
- Las tormentas eléctricas y las olas del mar: impresionantes.
- El ácido desoxirribonucleico (o sea, tu ADN): más que impresionante.
- El vuelo del colibrí: impresionante.
- Tomarse un refresco: no impresiona lo más mínimo.
- Comerse cuarenta y siete hamburguesas en cinco minutos: ni remotamente impresionante.
- La Vía Láctea: impresionante.
- El helado de chocolate: totalmente impresionante. 😉
Los anuncios publicitarios en los que exageran las cualidades de un producto nos han anestesiado a aquello que es verdaderamente majestuoso. Estamos tontamente satisfechos con un pico de azúcar que no son más que calorías vacías y momentáneas que nos inyecta el mundo diariamente.
A orillas del mar Rojo, los israelitas proclamaron: “Oh, Señor, ¡ningún dios puede compararse a ti! ¡Nadie es santo ni grande como tú! ¡Haces cosas maravillosas y terribles! ¡Eres digno de alabanza!” (Éxo. 15:11). Dios sí es impresionante. Aplicada a él, nunca usaremos mal esa palabra.
Y también encontramos la historia de Manoa y su esposa estéril.
Continuará…
