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«En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes» (1 Pedro 3:8).
En los evangelios encontramos la historia del buen samaritano (Lucas 10:29-37), que demuestra una profunda lección de compasión. El hombre samaritano hizo todo lo posible para cuidar a un extraño herido, y mostró que tenía una brújula moral similar a la de Cristo. Esta historia sirve como una ilustración eterna de la importancia de la compasión. Veamos lo que nos enseña el buen samaritano.
Vivir con compasión. 1 Pedro 3:8 nos anima a tener ideas afines, ser comprensivos y ser compasivos unos con otros. Como seguidores de Cristo, nuestra brújula moral debe llevarnos a vivir con compasión, atendiendo activamente las necesidades de quienes nos rodean.
Actuar con bondad. Las acciones del buen samaritano reflejan la importancia de mostrar bondad y misericordia a los necesitados. Nuestra brújula moral debe guiarnos a realizar actos de bondad, reflejando el amor y la compasión de Jesús. Efesios 4:32 nos exhorta: «Sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».
Tener un corazón humilde. Para tener una brújula moral centrada en Cristo, también debemos abrazar la humildad. Eso implica anteponer las necesidades de los demás a las nuestras y reconocer que la verdadera compasión fluye de un corazón que reconoce humildemente su dependencia de la gracia de Dios.
La historia del buen samaritano y la sabiduría de 1 Pedro 3:8 nos recuerdan la profunda importancia de desarrollar la compasión. Al vivir con compasión, realizar actos de bondad y cultivar la humildad, honramos las enseñanzas de Cristo y seguimos una brújula moral que nos guía al navegar por las complejidades de la vida.
Oración: Querido Padre, que mi brújula moral esté centrada en Cristo, y me guíe a ser más como tú cada día.