Las herramientas de mi padre
“Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?” (Heb. 12:7, NVI).
Ni después de colgar el teléfono me pude sacudir la extraña sensación que me embargó. La llamada de mi madre apenas duró segundos, pero fue suficiente para decirme que mi padre había muerto. Su cáncer fue repentino: comenzó con una serie de accidentes cerebrovasculares que lo dejaron paralítico y con un daño cerebral considerable; en menos de tres semanas, era cenizas, que cabían en una cajita de 25 centímetros cuadrados. Cuando logré asimilar lo sucedido, llegaron las preguntas: ¿Y ahora qué? ¿Qué capítulo nuevo comienza en mi vida?
Me imagino que cuando vieron a Cristo ascender al cielo, los discípulos se sintieron igual. “¿Y ahora qué? ¿Qué capítulo comienza?” La respuesta es válida tanto para los discípulos como para mí y para ti. Una semana antes de la llamada de mi madre, había llevado a mi familia a ver a mi papá. Cuando nos enteramos de lo que le estaba pasando y aceptamos lo inevitable, le pregunté a mamá si podía quedarme con sus herramientas. Quería algo de mi padre, y nada lo representaba mejor que sus herramientas. Tenía destornilladores personalizados, y exóticos medidores electrónicos. Y si en algún momento no tenía una herramienta para alguna situación, la hacía él mismo. La más distintiva era su navaja suiza, un regalo que mamá, mi hermana y yo le habíamos hecho hacía años. Mostraba signos de uso, incluyendo una cicatriz en una esquina donde había entrado en contacto con un soldador.
Mi padre nunca andaba sin sus herramientas. Cuando salíamos, él era el que se ofrecía a reparar el automóvil de la persona accidentada o a cortar la cinta del zapato de un niño en una escalera mecánica. Aprendí de papá que nunca se sabe cuándo se va a necesitar un cuchillo o un alicate, así que nunca está de más en el bolsillo. Casi siempre llevo uno ahora.
Tampoco tu Padre celestial te ha dejado sin herramientas. Claro, Cristo ya no está físicamente con nosotros, como tampoco lo está mi padre biológico. Pero ambos nos dejaron una caja de herramientas.
Luego de que Cristo ascendió al cielo, sus discípulos se dispusieron a difundir el evangelio. Tú tienes la misma caja de herramientas. ¿Qué vas a hacer con ella? El amor que Jesús enseñó mediante su ejemplo es la mejor herramienta que existe.
BP