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Fe en lo imposible
“Para los hombres es imposible -aclaró Jesús, mirándolos fijamente-, mas para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).
En las vastas y serenas estepas de un país de Asia Central, tuve el privilegio de ser testigo de un milagro que encamaba la esencia de Mateo 19:26: “Para los hombres es imposible, mas para Dios todo es posible”. Un joven matrimonio compartió conmigo una historia de fe y esperanza que aún resuena en mi corazón.
Durante años habían enfrentado la dura realidad de la infertilidad. Los doctores, tras innumerables pruebas y tratamientos, les habían dado un veredicto desalentador: era imposible que concibieran un hijo. Sin embargo, en lugar de rendirse ante el dictamen de la imposibilidad, esta pareja eligió aferrarse a una fe que desafía las limitaciones humanas.
-Nos aferramos a la promesa de que para Dios todo es posible -me contaron con lágrimas de alegría en sus ojos-. Aunque para el mundo era un caso cerrado, para nosotros era una oportunidad para ver la mano de Dios obrando.
Y así fue. Contra toda probabilidad médica, la vida encontró su camino. El anuncio de un embarazo llegó como un amanecer después de una larga noche, iluminando ese hogar con la luz de lo que solo puede ser descrito como un milagro. La noticia de que serían padres no fue solo una bendición para ellos, sino también un testimonio poderoso para toda su comunidad.
Este encuentro, en un lugar tan remoto, me enseñó que la fe no conoce fronteras y que la confianza en Dios puede convertir la desesperanza en celebración. En su hogar, donde una vez hubo silencio, ahora resonarían las risas y los llantos de un niño: un recordatorio constante de que la fe mueve montañas y da vida a la esperanza.
La historia de esta familia transformada por la fe se convirtió en una lección viviente para todos los que dudan del poder divino. En un país de belleza natural impresionante, se había manifestado la belleza aún más impresionante del poder transformador de Dios, que hace posible lo imposible y convierte el dolor en alegría.
Oración: Gracias, Dios, por recordarme que contigo todo es posible.