Conjugado en tiempo futuro
“Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios” (Rom. 8:38, 39).
El futuro es fascinante. Nada emociona más a la gente que imaginar quién será el ganador de las próximas elecciones, cómo será el automóvil deportivo del próximo siglo o si existirá la posibilidad de un viaje intergaláctico. A través de los años, muchos han imaginado de todo sobre el futuro, tanto bueno como malo, tanto desde el punto de vista secular como religioso. Por ejemplo:
La humanidad y la sociedad irán mejorando cada vez más, especialmente a medida que la tecnología venza a las enfermedades y haga la vida más fácil y eficiente. Esta filosofía cayó en desgracia después de dos guerras mundiales, el descubrimiento de microbios y virus resistentes a los antibióticos, así como problemas con la tecnología moderna en sí misma.
Cada vez veremos más desastres ambientales y/o guerras catastróficas. Todo lo que vemos en las películas se hará realidad.
Los cristianos serán arrebatados al cielo justo antes de que comience en la tierra una gran tribulación, dirigida por el anticristo.
El futuro trae tanto desastres como liberación; peligros, pero también promesas. Independientemente de lo que pase, todo está en las manos de Dios, y también lo están todos los que confían en él.
Este último punto de vista es lo que la Biblia enseña.
Se acerca el fin del mundo, pero no debemos basar nuestra fe en acontecimientos espectaculares, porque hasta ese momento la vida será como era antes del diluvio, cuando la gente llevaba a cabo sus actividades diarias normales (Mat. 24:37, 38). Habrá un tiempo de angustia “como no ha habido otro” (Dan. 12:1). Pero no te preocupes, porque Jesús prometió que nunca nos abandonará (Mat. 28:20). Jesús regresará a la tierra para rescatar y resucitar a todos los que considera justos, y llevarlos consigo al cielo.
Durante mil años disfrutaremos de la presencia de Dios y las maravillas del cielo, aprendiendo a amar y estudiando las decisiones eternas que la gente tomó mientras vivió (Apoc. 20:4). Dios luego nos traerá de regreso a la Tierra, donde destruirá el pecado y a Satanás para siempre (vers. 10, 14, 15).
Volverá a crear la Tierra como un lugar perfecto, y viviremos en paz y alegría durante la eternidad, libres para siempre de nuestro experimento mortal con el pecado (Apoc. 21:4).