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«Se le acercó por detrás, tocó el borde de su manto, y al instante cesó su hemorragia» (Lucas 8:44).
Imagina por un segundo que estás en un partido de un juego que lleva doce años, y el nivel en el que estás es increíblemente duro. Así le pasó a una mujer hace muchísimos años. Estuvo doce años enferma, sin que nadie pudiera curar su problema. Pero ella no se rendía.
Ahora, déjame contarte cómo fue su movida definitiva. Esta mujer había escuchado de Jesús, un Hombre que estaba haciendo lo imposible. Y pensó: Si solo toco su ropa, estaré bien. No pidió la opinión de otros, no hizo un TikTok viral; solo necesitaba tocar su manto. Y, en cuanto lo hizo, su salud fue transformada.
Aquí está la parte más alucinante: Jesús se detiene. Él sabe que algo pasó. «¿Quién tocó mi ropa?», pregunta. Imagínate el corazón de la mujer latiendo a mil. Y aquí viene lo interesante: Jesús no está enojado. Él ve a esta mujer, que podría ser cualquiera de nosotros, luchando con algo que parece imposible, y le da la victoria que ella está buscando.
Esta es la clase de fe de la que Jesús hablaba. No una fe de «voy a la iglesia porque mi familia va» ni de «oro antes de comer porque siempre lo he hecho». No, es la fe que dice: «Incluso cuando la vida es un fracaso constante, creo que Jesús puede marcar la diferencia».
Y no se trata solo de obtener lo que queremos. Cuando Jesús le habla a la mujer, no solo confirma su sanidad, sino también la llama «hija». Transforma su estatus. Él demuestra a todo el mundo que su fe no solo la sanó, sino también la trajo a una familia más grande.
Y, ¿qué sucede con nosotros? Tal vez no estemos lidiando con una enfermedad física desde hace doce años, pero todos tenemos algo. Puede ser miedo, dudas, inseguridad… lo que sea. Jesús te dice: «Tu fe puede cambiar tu historia». No tienes que ser el más religioso o tener todas las respuestas. Solo necesitas la fe del tamaño de una semillita, una oración, un paso hacia adelante.
Oración: Jesús: gracias por la conexión de la fe, que me permite tocar lo divino. Ayúdame a ser valiente en este juego de la vida, confiando en que tú tienes el poder que necesito.