Anna – parte 1
“Si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).
–Caballeros… aunque por su comportamiento, creo que la palabra les queda grande…
El profesor de Biblia en la secundaria cristiana donde estudié trataba de poner orden en la clase. Iba a iniciar una de las partes más esperadas del año: los simulacros matrimoniales. Según recuerdo, el profesor había mencionado que algunos matrimonios reales habían resultado de clases pasadas, pero supuse que nosotros nos conocíamos demasiado bien para eso.
Admito que no era el proyecto de simulacros matrimoniales más ambicioso que había visto: no incluía dinero, ni litigios por la custodia de bebés robots… Pero nos hizo reflexionar sobre la realidad de prepararnos para nuestro futuro. Había más chicas que chicos, así que un poco de poligamia obligada hizo que la clase de Biblia fuera más bíblica de lo esperado. Sin embargo, a los pocos minutos me enteré de que mi vida matrimonial virtual sería estrictamente monógama: “Tompaul Wheeler, tu esposa será Anna Brooks”.
Éramos una clase muy unida de cuarenta y cinco alumnos, de los cuales muchos habíamos asistido juntos a los cuatro años de la secundaria. Muy pocos habían comenzado ese año, entre ellos Lynelle, que vino de Inglaterra (nos hicimos amigos rápidamente) y Anna, con quien había interactuado muy poco. Esto no quería decir nada malo de Anna. Lo único que sabía de ella era que era tranquila y le gustaba leer. Y que había una foto de ella en el refrigerador de mi casa. Resulta que en un viaje que hizo con su escuela anterior, terminó apareciendo en la misma foto que mi hermana mayor se tomó en Inglaterra. Así que parecía cosa del destino.
Un momento importante del proyecto fue un desayuno que se llevó a cabo un lunes en la mañana. Nosotros teníamos que prepararlo. Yo me propuse preparar panqueques; los más flojos trajeron cereal y leche. Kim y Verónica, dos de las novias en ciernes, aparecieron en bata de baño con almohadas metidas bajo la camisa.
Juntos, Anna y yo planificamos nuestros presupuestos, y yo organicé nuestra luna de miel en Costa Rica. Discutimos poco los detalles y apenas comencé a conocerla, pero suficiente para confirmar que era tan agradable y tranquila como parecía. Cuando entregamos nuestro proyecto final, nos dimos las gracias y obtuvimos la mayor calificación.
Continuará…