El misterio de la encarnación
“Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros” (Juan 1:14).
Aunque forma parte de las verdades básicas del cristianismo, sigue ofendiendo a muchos. La encarnación es el hecho de que el gran Misionero del universo se transformó completamente para poder alcanzar a los humanos en su mismo nivel. También es un principio que los cristianos han usado desde entonces para comunicar a Jesús a aquellos que ni siquiera saben por dónde empezar a conocerlo. Pero incluso en los días de Jesús, a muchos poderosos no les gustaba la encarnación. Después de todo, si Jesús tuvo que rebajarse de esa manera para alcanzarlos, significa que no eran tan buenos como pensaban. Les costaba aceptar eso.
Pero nadie se ha rebajado tanto como Jesús en su encarnación, pasando de ser el Dios todopoderoso a un bebé humano, y terminando como un criminal: ejecutado de la manera más humillante posible: ejecutado. Durante los últimos dos mil años, esta noción ha molestado a muchos. Hoy en día, los cristianos de mente cerrada aún se sienten ofendidos por aquello que llamamos el “misterio de la encarnación”, que consiste en traducir las antiguas verdades del evangelio al estilo moderno.
Un compañero de mi clase de Antropología en el seminario compartió una experiencia sorprendente. Había sido misionero en una isla del hemisferio sur, y a la gente de la iglesia a la que asistía le encantaba escuchar historias sobre cómo había adaptado el cristianismo para que los habitantes de una cultura muy diferente pudieran comprenderlo. Sin embargo, cuando mi compañero de clase usó los mismos principios para comunicarse mejor con los adolescentes en la clase de Escuela Sabática en la que ahora enseñaba en esa misma iglesia, lo acusaron de enseñar mundanalidad.
Entender la encarnación requiere humildad; requiere personas que comprendan que aún les falta mucho por aprender sobre Dios, sobre su amor y sobre la vida. Requiere personas que sean pacientes y de mente abierta, dispuestas y generosas. Misioneros, evangelistas y cristianos de todas las generaciones han hecho un daño incalculable al cristianismo y al mundo al obligar a otros a aceptar ciegamente su cultura, sus actitudes y sus métodos, aunque nada de eso tenga que ver con la esencia del evangelio.
Si eres cristiano, tal vez seas el único representante de Jesús al que muchos conocerán. ¿Y será que ven en ti a un Jesús que está dispuesto a encontrarse con ellos dondequiera que estén?