El divorcio
«Jesús les dijo: “Precisamente por lo tercos que son ustedes, Moisés les permitió divorciarse de su esposa; pero al principio no fue de esa manera» (Mateo 19:8).
EL DIVORCIO NO ES ALGO FÁCIL DE AFRONTAR. GENERA UN CAMBIO de vida y deja profundas cicatrices en todos los implicados. El divorcio nunca fue el objetivo de Dios, a pesar de que en algunas situaciones esté permitido. La dureza del corazón humano, el pecado y el apartarse de Dios han traído el dolor de la separación a nuestras vidas.
Pero ¿qué hacer cuando la separación es una realidad en la relación de nuestros padres y afecta a nuestra familia? Si conoces a alguien que esté pasando por esto, sigue estas orientaciones e intenta ayudar a esa persona.
{ 1 } Ama y trata de comprender. El fin de un matrimonio es un momento doloroso para los adultos también. Intenta no juzgar sino perdonar.
{2 }Ten siempre presente que Dios puede transformar incluso las peores situaciones en bendiciones para nuestras vidas. Aunque no puedas ver eso ahora, cree en su amor y cuidado por ti.
{ 3 } Ora por tus padres.
Recuerda, EL DIVORCIO NO CAMBIA EL AMOR DE TUS PADRES POR TI. La relación matrimonial puede acabar, pero los hijos nunca dejarán de ser hijos. Si, aun así, en algún momento te sientes solo, recuerda que Dios es un Padre amoroso que nunca te abandonará. Eres propiedad de Jesús antes que de tus padres. Él te ama y tiene una misión especial para ti. Entrégate en las manos de Dios. Él sanará tus heridas y te ayudará a superar las dificultades, y a ser cada día una bendición en la vida de los demás.