No la des por sentada
“Le preguntó: ‘¿No tienes más hijos?’ ‘Falta el más pequeño, que es el que cuida el rebaño’, respondió Isaí. ‘Manda a buscarlo –dijo Samuel–, porque no comenzaremos la ceremonia hasta que él llegue’ ” (1 Sam. 16:11).
Ser joven en tu iglesia puede ser frustrante. Como no tienes dinero, no tienes voz. Como no tienes antigüedad, no te toman en cuenta. Como no tienes los mismos gustos, no quieren que participes en nada.
Muchas iglesias han descubierto que involucrar a los grupos de todas las edades ayuda a que las congregaciones sean más saludables; pero tal vez no tienes la fortuna de ir a una iglesia así. Y aunque la tengas, es posible que aún carezcas del apoyo necesario.
Una cita de Elena de White declara:
“Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir!” (La educación, cap. 31, p. 271).
Lamentablemente, esto no siempre se ha comprendido, y muchas veces damos por sentada a nuestra juventud. ¿Cómo puedes ayudar a tu iglesia a que permita a los jóvenes participar más?
La unión hace la fuerza. No podrás efectuar el cambio en tu iglesia tú solo, pero sí con amigos que piensan igual. Reúnanse, oren y compartan opiniones. ¿Qué actividades disfrutarían juntos? ¿Qué necesidades de la iglesia y la comunidad pueden satisfacer? ¿Qué talentos tienen con los que podrían contribuir? ¿Qué necesidades tienen que la iglesia no satisface? ¿Qué se necesita para involucrar a más jóvenes en la iglesia?
Comienza desde cero. Elije tres objetivos (más actividades, recaudar dinero para proyectos educativos o misioneros, compartir los talentos de los jóvenes en el servicio de adoración). Comunícale a la iglesia la existencia del grupo e infórmale qué parte debe cumplir para que su objetivo sea exitoso.
Busca aliados. Tus padres u otros adultos pueden ayudarte, así como el director de Escuela Sabática. Necesitas apoyo y sabiduría, especialmente si vas a trabajar con una iglesia que aún “no lo entiende”.
Hazte cargo de tu propia vida espiritual. Incluso una buena iglesia puede obstaculizar tu vida espiritual si dejas que sus programas sustituyan el desarrollo de tu espiritualidad.
Comprométete a leer la Biblia todos los días. Mantente en contacto con Dios por medio de la oración. Busca oportunidades para servir en formas que tu iglesia no pueda proporcionar, ya sea a través de un viaje misionero, escribiendo, o como mentor de los niños más pequeños.