Palabras suaves
“A los videntes dicen: ‘No tengan visiones’, y a los profetas: ‘No nos cuenten revelaciones verdaderas; háblennos palabras suaves; no nos quiten nuestras ilusiones’ ” (Isa. 30:10).
Si había un texto de la Biblia que me tenía cansado era Filipenses 4:8: “Por último, hermanos, piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (NVI).
El problema es que quienes lo citaban, hacían que significara lo que a ellos se les ocurriera. Por lo general, justificar su propio hábito de ignorar problemas reales, que muchas veces causaban ellos mismos. “No pensemos en lo malo; la Biblia nos dice que pensemos en lo bueno y bonito”. De hecho, estas mismas personas podían incluso sentirse orgullosas de ignorar el mal circundante (eso, cuando no estaban machacándonos sobre algo que vieron en la televisión), pero sí eran buenos en señalar las fallas de los demás.
Por eso estoy tan agradecido por Isaías 30. En ese capítulo, Dios enfrenta a una multitud que solo quiere escuchar palabras suaves, ligeras y relajantes. No desean nada que hiera su sensibilidad, que les mueva el piso o que haga que sus hijos les hagan preguntas incómodas. En su propia seguridad, se reían de la amenaza de la destrucción, aunque Dios les había dicho que confiaran en él y no en sí mismos.
Si alguien sabe cómo ir al grano, es Dios. Una y otra vez en la Biblia él hace preguntas directas: ¿Dónde estás? ¿A dónde vas? ¿Qué estás haciendo aquí? Con Dios no hay medias tintas ni palabras suaves.
En el día a día, decir “palabras suaves” es una gran tentación. Las noticias en la televisión cubren las banalidades de las celebridades en vez de temas importantes que hagan pensar al televidente. Las escuelas temen molestar a los padres si en las clases profundizan demasiado en problemas graves de la sociedad. Y las iglesias temen que las verdades de Dios no soporten una inspección minuciosa. Y tú, ¿qué vas a decir cuando alguien te pida tu opinión sobre algo con lo que no estás de acuerdo? ¿O cuando un maestro desee conversar sobre algún tema controversial? ¿Qué dirás cuando todos se estén muriendo por dentro porque nadie se atreva a hablar claro?