«El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, la roca en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!» (Salmo 18:2).
Allá estaba yo, en Nueva York, justo antes de subir a la plataforma de la iglesia para hablar, cuando vibró mi celular. Era mi mamá, y sus palabras caían pesadas y frías: mi abuela había fallecido. Me golpeó duro, como un puñetazo en el pecho, dejándome sin aire, sin palabras.
Perder a alguien es superduro, y en ese momento me sentí perdido. Pero justo entonces, como si alguien hubiera puesto una de esas canciones que siempre te levantan, un pensamiento me cruzó por la mente: el Salmo 18:2, que dice que Dios es mi roca y mi refugio. Esa idea se quedó pegada en mi mente, como esas calcomanías que no puedes despegar de la portátil.
Me aferré a ese pensamiento. Era como un salvavidas en medio de un mar picado de tristeza. Me recordó que, incluso cuando la vida te tira una ola gigante, hay algo o Alguien más grande que puede mantenernos a flote. Y así, con ese sentir, enfrenté ese día y todos los que vinieron después.
En la batalla contra la tristeza, hay un viaje épico lleno de resiliencia y esperanza renovada. ¡Tienes lo necesario! Incluso cuando te enfrentas a la tristeza, Dios permanece firme como tu roca y fortaleza. Puedes acudir a él en busca de seguridad y fuerza.
Mientras navegas por la montaña rusa de la tristeza, accede a la fuerza imparable de Dios. Él es tu escudo y la fuente de tu resiliencia irrompible. Al igual que como yo encontré consuelo en la promesa de su Palabra y en el amoroso abrazo de amigos, busca tu grupo de apoyo. Comparte tu tristeza y deja que la comprensión y la empatía de tus amigos se conviertan en tu superpoder.
Vencer la tristeza es un viaje épico lleno de resiliencia y esperanza creciente. Encuentra fortaleza en la presencia imparable de Dios, apóyate en la oración y en tus amigos, y abraza la esperanza renovada que brilla a través de la tristeza. Puedes ser más fuerte de lo que piensas, y con el poder imparable de Dios puedes triunfar sobre la tristeza.
Oración: Padre celestial, vengo a ti quebrantado, y te pido ayuda para enfrentar la dura batalla de la tristeza.