¿Es realmente importante la reverencia? – parte 2
“Entonces Dios le djo: ‘No te acerques. Y descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado’ ” (Éxo. 3:5).
En la actualidad, hemos reducido la reverencia a la experiencia que tuvieron los israelitas en el monte Sinaí: llegar bien limpios y peinados, pero sin acercarnos demasiado a la montaña porque podríamos morir. Pero la reverencia poco tiene que ver con esa imagen de Dios tratando de impresionar con su ley a una multitud de esclavos poco inteligentes. Dios no quiere que actuemos movidos por el miedo, sino que experimentemos intimidad con él.
La experiencia de la reverencia es muy importante en nuestra conexión y comunicación con Dios, la cual puede incluir:
- Luchar con Dios en la oscuridad (Gén. 32:22-32).
- Quitarnos los zapatos cuando estamos ante su presencia (Éxo. 3).
- Pintar nuestra puerta con sangre y esperar pacientemente a que Dios actúe (Éxo. 12).
- Bailar en celebración a orillas del mar Rojo (Éxo. 14, 15).
- Organizar una fiesta a Jesús en agradecimiento por resucitarnos (Juan 12:17).
- Lavar los pies de Jesús con un perfume carísimo (Juan 12:3).
- Saltar de regocijo en el templo para celebrar una sanación (Hech. 3:1-10).
Cuando criticamos a los demás por no relacionarse con Dios de la misma manera en que nosotros lo hacemos, actuamos como cuando Judas le exigió a Jesús que reprendiera a María por malgastar tanto dinero ungiendo sus pies.
Sí, es válido salirnos de los patrones cuando se trata de alabar a Dios. Cuando lo espiritual se convierte en una rutina, pierde su significado. Dios nos creó multifacéticos y, si bien nuestra adoración debe estar marcada por una actitud de humilde gratitud, también debe reflejar nuestra diversidad de talentos, intereses y experiencias.
Algo más: recuerda siempre que cada uno es un templo de Dios y que debemos tratar a los demás como trataríamos a Jesús. Cuando conoces a alguien que necesita de Dios, estás pisando tierra santa.