El negociante – parte 2
“No seas como el mulo o el caballo, que no pueden entender y hay que detener su brío con el freno y con la rienda, pues de otra manera no se acercan a ti” (Sal. 32:9).
Jaime White contrató a alguien para que comprara las mulas para su expedición a Colorado y las cuidara en Texas hasta el momento de emprender viaje al norte. Desafortunadamente, los animales se escaparon. Entonces, un joven pastor llamado Arthur G. Daniells salió en busca de las mulas. Daniells más tarde se convertiría en el presidente de la Asociación General con más años en el cargo. Tal vez aquella labor de recoger mulas le dio la práctica necesaria para tratar con personas difíciles como dirigente de la Iglesia.
El primer grupo de quince adventistas partió de Dallas en dos carrozas bien cargadas, además del carruaje de los White. Dos días después llegaron a Denison, donde se reunieron con los demás. Pero algunos problemas los retrasaron: un hombre se intoxicó por comer carne de oso, y una crecida del río Rojo les impidió cruzarlo. Finalmente, como los White debían dar una charla en una reunión el día 15 de mayo en Kansas, no tuvieron más remedio que buscar una ruta alternativa. Los treinta adventistas que iban en los ocho vagones, aparte de los White y su carruaje, tuvieron que avanzar más de 70 kilómetros río arriba hasta un lugar donde podían transportar las mulas y los vagones hacia el territorio del otro lado (Oklahoma) en un ferry propulsado por una polea. Cuando cruzaron el río, tuvieron que apurarse para no quedar atrapados en arenas movedizas.
En el camino tuvieron problemas con las mulas, carros se averiaron, las lluvias desbordaron los ríos, varios enfermos empeoraron, experimentaron accidentes y diversos retrasos… En las noches, formaban un círculo con los carros y los caballos para protegerse de los merodeadores. Guardias armados se turnaban cada dos horas para vigilar, pues sabían que hombres blancos contrataban a nativos para desbocar a los animales que cruzaban el territorio de Oklahoma.
A pesar de las dificultades, para Jaime el viaje fue un sueño. Se convirtió en un vaquero. Su esposa Elena escribió luego una carta a sus hijos donde les decía: “Su padre monta a caballo la mayor parte del tiempo […], está disfrutando mucho del viaje”. De hecho, él le había dicho a su familia que había planeado “este largo y lento viaje para prevenir un colapso y para mejorar la salud”.
Jaime White necesitaba un descanso de sus responsabilidades. Todos necesitamos cambiar el ritmo de vez en cuando.
Continuará…
GW