El Dios de la caja – parte 1
“Y ocurrió que al llegar al campamento el arca de la alianza del Señor, los israelitas gritaron con tanta alegría que hasta retumbó la tierra. Cuando los filisteos escucharon aquel griterío, preguntaron: ‘¿Por qué hay tanto alboroto en el campamento de los hebreos?’ ” (1 Sam. 4:5, 6).
Como la mayoría de las malas ideas, esta parecía ser una buena idea al principio. Los israelitas acababan de ser liquidados en una campaña mal aconsejada contra los filisteos, pero a pesar de tener sacerdotes corruptos y de la infidelidad general del pueblo, se preguntaban por qué habían fracasado. Entonces, alguien sugirió un plan que seguramente les daría la victoria: ¡Llevemos el arca del pacto a la batalla!
Cuando el ejército israelita vio que el arca llegaba, saltaron de emoción. El arca les había garantizado la victoria en el pasado, y estaban seguros de que derrotarían a los filisteos. Cuando los filisteos se enteraron de esto, se retiraron aterrorizados y exclamaron: “¡Dios ha llegado al campamento! ¡Ay de nosotros, porque hasta ahora no había sido así! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de caer en las manos de este Dios tan poderoso? ¡Él es quien destruyó a los egipcios en el desierto con toda clase de plagas! ¡Ármense, pues, de valor, soldados filisteos, y luchen con ardor para que no lleguen a ser esclavos de los hebreos, como ellos lo han sido de ustedes” (ver 1 Sam. 4:7-9).
La teología y la historia de los filisteos eran un poco confusas, pero lucharon con todo ímpetu, y los israelitas sufrieron una derrota como nunca habían experimentado. Cuando Elí, el sumo sacerdote indulgente y cómplice, se enteró de que sus dos hijos estaban muertos, se quebró. Pero lo que ocurrió luego fue increíble. Cuando Elí supo que los filisteos habían capturado el arca, se fue hacia atrás en su silla y se desnucó.
Los filisteos celebraron en grande. “Capturaron” al Dios de Israel y lograron una victoria indiscutible. Aun así, como era un dios, lo trataron con el debido respeto. Así que tomaron el arca y la colocaron en el templo de su dios Dagón en Asdod. A la mañana siguiente, los filisteos encontraron el ídolo de Dagón caído (¡Más bien inclinado!) delante del arca. Pusieron a Dagón nuevamente en su lugar, pero a la mañana siguiente volvió a ocurrir lo mismo, excepto que esta vez las manos y los pies del ídolo se habían desprendido.
En ese momento comenzó el increíble juego de la papa caliente.
Continuará…