Agar e Ismael – parte 1
“Sarai no podía darle hijos a su esposo Abram, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar. Entonces le dijo a Abram: ‘Mira, el Señor no me ha permitido tener hijos, pero te ruego que te unas a mi esclava Agar, pues tal vez tendré hijos por medio de ella’ ” (Gén. 16:1, 2).
La trama es digna de una telenovela. Ella hizo todo lo que le pidieron como sierva y, cuando ya no la necesitaba, su rencorosa jefa la despidió, dejándola abandonada en el desierto.
Todo comenzó cuando la esposa de Abraham no pudo seguir soportando la vergüenza de no poder tener hijos, así que le sugirió al viejo Abraham que, ya que Dios se estaba tomando su tiempo para dejarla embarazada, tuviera un hijo con su sierva Agar. Como todo lo que su sirvienta poseía era legalmente suyo, Sara pensó que un hijo de la sirvienta no representaría ningún problema.
Naturalmente, las cosas no salieron tan bien como esperaba.
Sara se sintió resentida con el embarazo de Agar, como seguramente lo estuvo con el hecho de que hubiera tenido relaciones sexuales con su esposo, el gran patriarca. Víctima de la repentina crueldad de Sara, Agar huyó al desierto, al igual que tuvieron que hacerlo muchos otros hijos de Dios en la Biblia.
Dios la encontró junto a un manantial. Y como lo hizo en muchas otras ocasiones en la Biblia cuando encontró a sus hijos huyendo por la vergüenza, Dios le hizo una pregunta afectuosa:
–¿De dónde vienes y a dónde vas?
–Estoy huyendo de mi señora Sarai –respondió la esclava embarazada.
–Regresa con tu señora –le dijo Dios–, y obedécela.
Y luego Dios hizo lo inesperado: le dio a Agar la misma bendición que le había dado a Abraham: “Aumentaré tanto tus descendientes, que nadie los podrá contar”.
Y Agar también hizo lo inesperado. Se convirtió en la única persona del Antiguo Testamento que le dio un nombre a Dios. “Eres El-Roi”, le dijo, porque, “Dios me ha visto y todavía estoy viva” (Gén. 16:8-13).
Al igual que nosotros, Agar nació en la esclavitud. Al igual que nosotros, Agar intentó hacer lo que le habían dicho que haría felices a todos, y solo recibió sufrimiento por ello. Y al igual que todos deberíamos estarlo, Agar se sintió abrumada por el increíble amor de Dios.
Continuará.