El espacio interior – parte 3
“Ni las plagas que llegan con la oscuridad, ni a las que destruyen a pleno sol” (Sal. 91:6).
“Calma –me dije, tratando de mantener el autocontrol–, mantente callado”. Atravesamos entonces la peligrosa caída de agua y logré mantenerme sereno.
–¿Por qué no gritaste y lloraste? –preguntó Shannon decepcionado.
–Para no darte esa satisfacción –le respondí, recostándome e intentando disfrutar del viaje.
El sol de media tarde brillaba entre los árboles. Admito que el paisaje era hermoso.
–¿Sabes? Muchas serpientes de agua viven en este arroyo –dijo fulanito de tal.
–Lo sé –le respondí desinteresadamente–. Escuché que simplemente llegan, te muerden y te conviertes en cadáver. Y las pirañas, ¿has oído hablar de ellas? Pueden comerse tu pierna en menos de un minuto.
Shannon se removió en su flotador, pero debo darle el crédito: fue persistente. Me contó algunas historias más sobre flotadores que se iban a lo hondo del río.
Asentí, sonriendo maliciosamente hacia mis adentros.
–Leí el otro día en el periódico que un grupo de pescadores de aquí desapareció sin dejar rastro –le dije–. Esas serpientes de agua son muy peligrosas.
La cara de frustración de Shannon era todo un poema y, finalmente, comencé a disfrutar del paseo.
Una hora y media después, y varias espantosas caídas más, llegamos al final del recorrido. Cuando finalmente llegamos a tierra firme, me puse las sandalias y me reuní con mis amigos.
Esa tarde estaba en el pasillo esperando que comenzara la próxima clase del campamento. Ya seco y vestido, fulanito de tal se me acercó.
–Tú no le tienes miedo al agua –me acusó.
–Por supuesto que sí –le aseguré–. Tú me viste gritar.
–Entonces, ¿cómo es que dejaste de llorar?
–Para no darte el gusto –fue mi respuesta.
Y para demostrar que realmente le tenía miedo al agua, miré hacia un bebedero que estaba cerca y grité: “¡Sálvame!”
Mis amigos se rieron y Shannon se alejó. Pensé que allí terminaría todo, pero un tiempo después sucedió algo inesperado.
Continuará…