La caída de Battle Creek
“Preferían la gloria que dan los hombres a la gloria que da Dios” (Juan 12:43).
Si los adventistas pensaban que la situación se había salido de control en 1888, aún no habían visto nada. Cansada de la petulante actitud de los líderes de la iglesia, Elena de White viajó a Australia. Los historiadores se preguntan si la situación habría llegado a ese punto si ella hubiera decidido quedarse. La controversia de 1888 dejó clara la urgente necesidad de que la Iglesia conociera mejor a Jesús, así que Elena se dedicó a escribir El Deseado de todas las gentes y Palabras de vida del gran Maestro.
Las noticias de los Estados Unidos, especialmente de la sede de la Iglesia en Battle Creek, seguían empeorando. En lugar de irse a otros lugares para promover la obra, cada vez más adventistas llegaban en masa a la bulliciosa ciudad. Mientras tanto, la Iglesia cada vez estaba más controlada por un grupito muy reducido. Elena advirtió sobre este “poder monárquico”. Muy pocos estaban tomando todas las decisiones, e insistió en que a Dios le gusta la variedad y, al enemigo, los sabelotodos hambrientos de poder. Elena afirmó haber visto en visión a “un ángel de pie con una espada de fuego extendida sobre Battle Creek”.
En 1902, tanto la editorial principal de la Iglesia como el hospital de Battle Creek se incendiaron. La obra médica de la Iglesia estaba bajo el mando de John Harvey Kellogg, que además de ser uno de los inventores del Corn Flakes, fue pionero en diversas técnicas quirúrgicas. Su padre había sido abolicionista, pero cuando la Iglesia lo echó en 1907, Kellogg había ayudado a fundar una fundación que abogaba por la segregación racial. La partida de Kellogg también significó la pérdida de miembros como Jones y Waggoner, que se habían decantado por él en la lucha de poder.
Cuando la Iglesia se reestructuró para descentralizarla, trasladó su sede a Maryland. Como Kellogg había mantenido el control de la obra médica, perderlo significaba perder el hospital más grande y la única escuela de Medicina.
Contra los consejos de Elena White, Kellogg reconstruyó el sanatorio de Battle Creek, haciéndolo más grande que nunca, luego de que se quemara en 1902. El lugar se hizo mundialmente famoso, pero quebró en los años treinta. Por su parte, los adventistas comenzaron de nuevo la obra médica, estableciendo una pequeña escuela y un hospital en Loma Linda, en 1905.