¿Salvar a Nínive?
“Los de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se volvieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es mayor que Jonás” (Mat. 12:41).
Cuando Jonás llegó a Nínive para entregar el mensaje “Arrepiéntanse o morirán”, deseaba que su misión fracasara. Sin embargo, después de fisgonear por el lugar, Jonás tuvo la sospecha de que no sería así. Vio que Dios realmente quería que transmitiera aquel mensaje y eso significaba que sus palabras podrían funcionar.
Pronto, hasta el mismísimo rey de Nínive cambió su túnica real por tela de saco y cenizas, y ordenó a los plebeyos y al ganado que hicieran lo mismo. “Que todos clamen a Dios con todas sus fuerzas –dijo–. Deje cada uno su mala conducta y la violencia que ha estado cometiendo hasta ahora; tal vez Dios cambie de parecer y se calme su ira, y así no moriremos” (ver Jonás 3).
Cuando Jonás los vio rasgando sus túnicas en arrepentimiento, estuvo a punto de arrancarse los cabellos. Se sentó fuera de la ciudad para ver cómo caía fuego y azufre, pero no sucedió nada. “Esto es lo que yo decía –se lamentó Jonás–. Yo sé que tú eres un Dios tierno y compasivo, que no te enojas fácilmente, y que es tanto tu amor que anuncias un castigo y luego te arrepientes”.
Dios aceptó el arrepentimiento y la relación de los ninivitas con él, a pesar de que nunca se convirtieron en “asirios del séptimo día”. Dios tocó la puerta de sus corazones y ellos respondieron. Y gracias a Jonás, la promesa de Dios a Abraham se cumplió en parte: “Y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido” (Gén. 22:18).
El Espíritu Santo nos habla, y nuestros frutos muestran si seremos felices o no en el cielo. Porque “ya que ustedes saben que Jesucristo es justo, deben saber también que todos los que hacen lo que es justo, son hijos de Dios” (1 Juan 2:29). Lo último que Jonás quería hacer era ayudar a salvar a sus enemigos los asirios; pero al ir a Nínive descubrió que, en ocasiones, uno puede terminar salvando su propia alma.