Buscando luz
«El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo» (Juan 1: 9, RVR77).
Hoy, una gran parte del mundo cristiano recuerda que, en un país oriental, cuyo nombre ignoramos, unos magos estudiaban maravillados los cielos tachonados de estrellas, y trataban de escudriñar el oculto misterio de sus enigmáticos ciclos.
Dejándose guiar por el Espíritu, que inspira y sopla donde quiere (ver Juan 3: 8), esos hombres fascinados por los astros al mirar al cielo se ponían, quizá sin tener conciencia de ello, a la escucha de sus mensajes. Una noche, mientras contemplaban arrobados el firmamento, de pronto descubrieron una nueva estrella, distinta de todas, que no coincidía con una conjunción planetaria, y que no se comportaba como una nova, sino más bien como un extraño cometa, que se movía lentamente, guiándolos sin lugar a duda hacia las tierras de Israel.
«Los magos habían visto una luz misteriosa en los cielos la noche en que la gloria de Dios inundó las colinas de Belén. Al desvanecerse la luz, apareció una estrella luminosa que permaneció en los cielos. No era una estrella fija ni un planeta, y el fenómeno suscitó su mayor interés». Pensando que este astro desconcertante podía ser portador de algún mensaje del cielo, y buscando un conocimiento más claro, se dirigieron a las Escrituras hebreas. Los viejos escritos proféticos predecían la llegada de un nuevo rey, de un maestro divino, anunciada por una estrella: «Una estrella saldrá de Jacob; un cetro surgirá en Israel» (Núm. 24: 17, NVI).
Estos magos no eran reyes, eran consejeros de reyes. Astrónomos en una cultura todavía incapaz de separar la astrología de la astronomía, estos sabios, que a veces actuaban como ministros, querían desentrañar los secretos del universo, conocer mejor al Creador, y comprender sus mensajes. Estos sabios, intelectuales y filósofos, pertenecían a la clase influyente, que incluía hombres de noble alcurnia, poseedores de gran parte del saber de su nación. Entre esa élite de los llamados «magos» había muchos adivinos «que explotaban la credulidad del pueblo». Sin embargo, algunos eran hombres rectos que estudiaban las manifestaciones de la providencia en la naturaleza, y eran honrados por su integridad y sabiduría.
En ese grupo se incluían los magos que vinieron a Jesús. «La luz de Dios está siempre resplandeciendo, aun en medio de las tinieblas del paganismo». Siguiendo a la estrella, estos sabios llegan a Jerusalén a adorar al nuevo rey. Pero allí se encuentran con Herodes el Grande, un rey ya viejo y resabido, que aceptaría con gusto ser adorado, pero que no estaba dispuesto a ceder su trono al Rey recién nacido. (Mañana continuaremos esta reflexión).
Buenoa dias, falto la matutina Lunes 6 Enero 2025. Gracias