Matutina para Adultos | Domingo 13 de Abril de 2025 | Crecer juntos

Matutina para Adultos | Domingo 13 de Abril de 2025 | Crecer juntos

Crecer juntos

«Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18: 20).

En mis años de servicio en los Departamentos de Educación y Familia de la División Euroafricana (hoy llamada Intereuropea), aprendí de un querido colega africano un proverbio que me ha servido como lema para mi trabajo de educador. Traducido, decía más o menos que «para el buen desarrollo de un niño hace falta toda la tribu».

Para crecer espiritualmente necesitamos contar siempre con ayuda exterior: por encima de todo, la asistencia divina, pero también la ayuda de otros seres humanos que, como nosotros, desean hacer la voluntad de Dios. «Hagan discípulos», nos ordenó Jesús (Mat. 28: 19, RVC).

Su proyecto era ayudarnos a crecer juntos espiritualmente. Así lo expresó cuando decidió «edificar su iglesia» (ver Mat. 16: 18). El término griego ekklesia en aquel contexto no se refería a un edificio sino a un grupo de personas llamadas a hacer crecer juntas el proyecto divino. Pedro comprendió bien que ese «crecer» en la gracia había que conjugarlo en plural (ver 2 Ped. 3: 18).

Una colega mía me contó que un día, caminando por las afueras de Madrid, la ciudad donde vivía, se encontró con un niño que lloraba desconsoladamente. Cuando le preguntó qué le pasaba, el niño le dijo que se había extraviado y no sabía cómo volver a casa. Había sacado a pasear a su perrito y, siguiéndolo en sus exploraciones, se había desorientado. Cuando se dio cuenta, estaba perdido en un barrio que no conocía.

Intentando ayudarle, mi colega, que era profesora de nuestro colegio adventista, se puso a hacerle las preguntas más pertinentes para esos casos. Pero el niño era pequeño, su familia hacía poco que se había mudado a aquel barrio, y el pobrecito todavía no se había aprendido el nombre de la calle en que vivía…

Buscando pistas que les pudieran orientar (jardines, monumentos, edificios, etc.), el niño acertó por fin a decirle a la maestra: «Cerca de mi casa hay una iglesia con una escuela que tiene una cruz muy alta. Si veo la cruz, sabré volver a casa».

Y así fue como, con la ayuda de esa maestra, y buscando la cruz de aquella iglesia —que era la del Colegio Timón, donde ella trabajaba—, el niño encontró por fin el camino al hogar.

Ojalá todas nuestras iglesias, todos nuestros colegios, todos nosotros juntos, tengamos la solidaridad de formar equipo (de formar «iglesia»), y, guiados por el Espíritu, seamos capaces de ayudar a muchos perdidos en su deambular espiritual por este mundo a encontrar la cruz, y con ella su salvación y el camino al hogar eterno.

Deja una respuesta